Los poderes de los elementos
Hace unos cuantos años, un chaval llamado David, de pelo castaño y no muy alto, encontró, junto a su buen amigo Luis, un niño de ojos azules, pelo rubio y alto, y Antonio, otro amigo un poco mayor que ellos de pelo negro y muy callado, un viejo libro que se titulaba El legado de los elementos. Los tres niños no dijeron nada a nadie, porque notaron algo raro desde que leyeron el libro: hacían que se prendiesen papeleras, llenaban de agua vasos o incluso barriles, provocaban pequeñas tormentas, etc. Todo por arte de magia. Lo mantuvieron todo en secreto, hasta que un día leyendo el libro encontraron dentro una carta que decía:
"Si has encontrado esta carta quiere decir que has leído el libro y que yo estaré muerto. Por eso me gustaría hacerle saber a quién halla encontrado este libro que ahora posee una gran fuerza, el poder de los elementos".
A los niños lo que más les impresionó fue que estaba firmado con un extraño signo,que era igual que el que había en la portada del libro. Los niños decidieron contárselo a sus padres, pero no les creyeron, así que decidieron contárselo a sus compañeros, pero tampoco les sirvió de nada.
Los niños pensaron que si nadie les creía, tendrían que intentar buscar ellos la información sobre el libro. Buscaron información por todas partes: en Internet, en libros, poniendo anuncios en Internet... hasta que un día recibieron un mensaje que decía:
"Si queréis recibir información sobre el libro, reuníos conmigo el viernes a las cinco en la Calle Mayor. Podréis reconocerme por una chaqueta larga y marrón, ojos azules y pelo rubio. No puedo deciros mi nombre. Enviarme un mensaje dándome una respuesta".
Los niños enviaron un mensaje confirmando la cita. El Día de la cita los niños fueron a la calle Mayor y encontraron al hombre.
- Hola somos los niños a los que envió el mensaje -dijo David.
El hombre se acercó a ellos y dijo:
- Hola, ¿habéis traído el libro?
- Sí, lo hemos traído -dijo Luis.
- Bien, venid por aquí -les dijo el hombre.
Les llevó a un callejón y les invitó a subir a una casa. La casa tenía un aspecto muy sucio y desordenado.
- ¿Dónde lo encontrasteis? -preguntó el hombre.
- En una antigua casa de campo del abuelo de David.
El hombre, al oír aquello, preguntó rápidamente:
- ¿Cuál es el nombre de tu abuelo, David?
- El mismo que el mío, me lo pusieron por él.
- Entonces no podemos esperar más aquí. Corred a mi coche, ya tendremos tiempo de hablar -dijo al mismo tiempo que se oyó el ruido de un cristal roto.
Salieron corriendo de allí y montaron en el coche del hombre, que les señaló cuál era. A toda velocidad llegaron al campo del abuelo de David, en donde se escondieron.
- Aquí no hay peligro -dijo el hombre-. Aquí ya podemos hablar tranquilamente.
- ¿Nos podrías dar tu nombre, por favor? -le interrumpió Luis.
- Ah, por supuesto, es Daniel. Yo fui muy amigo de tu abuelo hasta que este maldito libro nos separó.
- ¿Podrías explicarnos un poco mejor eso? -le pidió Luis.
- Sí, claro, escuchad: cuando éramos jóvenes, encontramos un libro junto a otro amigo, Guillermo, y no supimos entender su extraño contenido hasta el día en el que pudimos controlar el fuego, agua y electricidad por nuestra propia voluntad. Entonces, fue cuando Guillermo atraído por la codicia, decidió utilizar esa magia para el mal. En ese momento fue cuando tu abuelo murió en un intento de protegerme, así pude escapar y guardar aquí el libro.
- ¿Y qué pasó con Guillermo? -intervino Antonio.
- El poder sólo funciona si están todos los poseedores de los elementos en contacto con el libro. Las personas que nos atacaron en la ciudad fueron seguidores del poder de Guillermo, que intenta raptaros porque al haber nuevos poseedores de los elementos, podría reactivarse el poder de su elemento. Por eso, os he traído aquí a donde ellos no pueden acceder. Aquí os enseñaré a manipular ese control sin que él lo haga antes con vosotros. Si al final controláis al máximo vuestros elementos, podréis anular su poder.
- ¿Y qué hay de tu poder? -le preguntó con interés Luis.
- Todo quedó agotado en la defensa que nos aisla de los poderes de Guillermo y sus seguidores. Ahora tendréis que esforzaros al máximo si queréis poder controlar el poder de vuestro respectivo elemento.
En poco más de un año los niños ya controlaban a la perfección sus poderes, excepto Antonio que no los manejaba totalmente.
- Muy bien, ahora sólo queda que Antonio domine sus poderes y podremos anular los poderes de Guillermo.
Antonio, lleno de furia, exclamó:
- Si tan buenos sois, podréis derrotar a Guillermo sin más ayuda.
Entonces, salió corriendo y, a causa de su ira, se anuló la barrera que les protegía.
Antonio, pensando que le estaban criticando, buscó a Guillermo, al que le contó todo lo ocurrido. Al poco tiempo, Guillermo se presentó en la casa de campo en donde se refugiaban.
- Ya os he encontrado, dadme el libro -gritó.
- Aquí no nos puedes hacer nada -dijo Daniel.
- ¿Por qué crees que n he intentado atacaros antes? Vuestra defensa ya no sirve de nada, ha sido anulada.
En ese instante, corrió cerca de la casa y, al estar cerca de los niños y el libro, recuperó sus poderes. Lanzando rayos, acorraló a los niños, quienes se intentaron defender con sus poderes. Una humareda de polvo y humo envolvía la batalla, que estaba a favor de Guillermo. De repente un grandísimo rayo devastador cayó encima del combate. Todo estaba en silencio grandísimo. Cuando la nube de polvo desapareció, estaba el cuerpo inconsciente de Guillermo, en frente los niños malheridos y en el centro el libro, que estaba siendo consumido por las llamas. Todo fue obra de Antonio, quien al retomar la cordura, se dirigió a ayudar a sus amigos. Cuando se recuperaron los chico, Guillermo estaba en la cárcel por intento de asesinato y ellos sin ningún tipo de poder debido a la destrucción del libro de los elementos.
© 2009. Texto y dibujo: José Rodríguez Martínez.
Primero de ESO. IES Valle de Elda
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