- Mira qué hermoso está el árbol -me dijo Pompeyo el otro día-, parece como si supiera que ya casi es Navidad. Éste debe de ser primo hermano de otro abeto que yo conocí.
- Me vas a contar la historia de ese abeto -le pregunté.
- ¿Quieres?
- ¡Pues claro!
"Había una vez un árbol, un abeto, que había nacido donde nacen la mayoría de los abetos, en un país frío del norte de Europa. Era un árbol increíblemente grande y majestuoso, porque tenía tanto frío que había crecido más que ninguno de sus hermanos buscando un poco de sol en las alturas del espeso bosque. Pero ni aún así podía quitarse aquel terrible frío que recorría hasta la última de sus hojas en invierno...
Así que, cuando se enteró de que el dueño de unos grandes almacenes de un país del sur lo había comprado para transplantarlo al jardín de la puerta principal de su tienda y decorarlo como árbol de Navidad, le entró tal alegría que le salían brotes nuevos.
Lo transportaron con sumo cuidad en un camión gigantesco, tumbado y con una buena cantidad de tierra para que no sufriera ningún daño, y a los pocos días ya estaba plantado a la puerta de los grandes almacenes, donde veía pasar oleadas de gente.
Al árbol le parecía divertidísimo mirar las caras de la gente e imaginar sus pensamientos, pero lo mejor de todo era que no pasaba frío.
Como se acercaban las Navidades, lo llenaron de adornos de arriba abajo. El árbol estaba precioso y le encantaba tener esos hermosos adornos.
Pero, un día hubo tanto viento que todos los adornos volaron por los aires. El árbol estaba muy triste hasta que se dio cuenta que todo el mundo estaba maravillado porque nunca habían visto un abeto tan verde y resplandeciente como aquel..."
© 2009. Walter Daniel Arza ZimermanCurso: Segundo de ESO. IES Valle de Elda
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