Suplemento de Educación Infantil "La Tiza" 26-10-2011
El misterio del cuadro del Conde de Vriendt
Hay impresiones o sentimientos que no pueden ser confiados ni al más íntimo de los amigos; extrañas sensaciones que uno mismo no llega a comprender, y que con frecuencia perturban el ánimo hasta el punto de hacer dudar del equilibrio de la propia razón. Son sentimientos insistentes contra los que nada o muy poco puede hacer la voluntad, porque, a pesar de ser repetidamente rechazados, se instalan en la mente, oprimiéndola.
Durante años, Adríaen Schombeke, Director del Museo Hoogstraeten de Amberes, había convivido con una de esas extrañas e inconfesables sensaciones: siempre que pasaba ante la Sala Azul , así llamada por el color de la tela que tapizaba sus paredes, sentía la imperiosa necesidad de penetrar en ella. Una fuerza poderosísima le arrastraba. Era algo invisible, pero físico; se podría comparar a la atracción que el imán ejerce sobre el hierro.
En el pequeño recinto se exponía en solitario el magnífico retrato del Conde de Vriendt, obra de Pieter Van Vaeguel, discípulo y amigo de Rubens. Cada vez que Adríaen Schombeke se veía obligado a penetrar en la Sala Azul y a contemplar el cuadro, sentía una extraña fascinación y a la vez un intenso malestar, porque la crueldad que, tan magistralmente, había plasmado el pintor en el rostro del Conde no parecía un reflejo del pasado, sino algo vivo, real y presente. Como si el mal impreso en la mirada de aquellos ojos altaneros y fríos y en el rictus de los labios emanara del lienzo y se extendiera por la estancia, llenándola toda.
Cuando, después de algún tiempo, el Director del Museo lograba escapar de la Sala Azul , sentía que algo extremadamente peligroso quedaba a sus espaldas.
Pero en la mañana del veinticinco de marzo de 1977 su inquietud era de otra índole, totalmente diferente. En primer lugar, al pasar por delante de la Sala no había sentido la habitual e imperiosa necesidad de penetrar en ella; tras caminar unos metros, se detuvo sorprendido y, tras una ligera vacilación, retrocedió y entró en el pequeño recinto precisamente porque no fluía de él la extraña fuerza que otras veces le atraía.
Tampoco al contemplar el cuadro le asaltó la interna desazón que durante años le había sobrecogido. De modo que, aunque parezca un contrasentido, Adríaen Schombeke estaba inquieto porque no sentía inquietud alguna. Sin embargo, en apariencia nada había cambiado en el cuadro. Recientemente el lienzo había sido restaurado y los colores ahora eran más nítidos y los trazos más definidos; pero los ojos de Conde seguían teniendo la misma altiva y cruel mirada, y sus labios, finos y descoloridos, iniciaban, como siempre, una desagradable sonrisa. También, como siempre, el mentón seguía siendo prominente y voluntarioso, y la aristocrática mano, de dedos excesivamente largos, empuñaba con firmeza el pomo de la espada; y de la misma forma la punta del arma, tintada en rojo, seguía haciendo pensar en hechos de violencia.
Sin embargo, Adríaen Schombeke tenía la sensación de que aquella mañana el mal reflejado en el rostro del Conde de Vriendt sólo era una parte de la pintura, un recuerdo del pasado, como lo eran las ropas o la espada, y nada tenía de vivo o de presente. Estaba en el retrato, no emanaba de él.
Absorto en la contemplación del lienzo, se sentía asaltado por un cúmulo de preguntas para las que no hallaba respuesta: ¿Había estado, como temió en distintas ocasiones, su razón perturbada durante años enteros? ¿Serían estúpido y carentes de sentido aquellos raciocinios que, buscando una explicación a sus anteriores inquietudes, le habían llevado a pensar que el mal nunca se extingue del todo y puede permanecer latente en las cosas y el tiempo? ¿Era él en realidad, como se había dicho para tranquilizarse, una persona más sensible que otras a la percepción de ciertos fenómenos parapsicológicos o sólo un ser de mente alucinada?
Se hallaba sumido en estas inquietantes perplejidades cuando oyó el murmullo de un grupo de visitantes que se acercaba. La voz del guía interrumpió sus cavilaciones:
- En esta pequeña sala pueden contemplar ustedes una de las más importantes obras de nuestra pinacoteca. El magnífico retrato de Van Vaeguel, eminente pintor del siglo XVII, amigo personal y discípulo aventajado de Rubens, hizo al Conde de Vriendt, curioso personaje cuya historia, apasionante y terrible, merece ser contada.
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Tomado de:El visitante de la madrugada
Autor: Concha López Narváez y Carmelo Salmerón
Colección: Paralelo Cero
Editorial: Bruño
Editorial: Bruño
ACTIVIDADES:
- ¿Conoces alguna pintura que te produzca una sensación especial o te haya impresionado? ¿Quién es su autor? ¿De qué época es? ¿Cuál es su estilo?
- ¿Puedes imaginar en qué consiste la historia "apasionante y terrible" del Conde de Vriendt? Inventa cómo continúa el relato y lee en voz alta ante la clase tu propia versión.
- Escribe un cuento o poema y envíalo, acompañado de un dibujo original, al Concurso Literario 2012 del Grupo Leo.
Grupo Leo
Apartado 3008
03080 Alicante
o por e-mail a: grupoleoalicante@gmail.com
No olvides poner tus datos personales, colegio y teléfono o e-amil para poder contactar.
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