sábado, 31 de marzo de 2012

Leo Leo que me animo a leer: El caso de la pluma de plata

Artículo visto en:
Suplemento de Educación Infantil "La Tiza" 28-03-2012
Diario Información de Alicante

¿Quién ha sido?


Todos los años lo mismo: se acaba septiembre , empieza el otoño y los días son más cortos . En un par de semanas las hojas de los plataneros se pondrán amarillas y, cuando estén secas empezarán a caer. Quizás os gustaría que fuera de otra manera, que el verano no acabase y siguieran las vacaciones. En fin: la buena vida. Pero las cosas suceden así por aquí en el hemisferio  norte. Nadie tiene la culpa. Eso se debe a la inclinación de la Tierra y porque a veces nuestro planeta está más cerca del Sol y otras más lejos.
Vayamos al principio de mi historia. Sí, quizá os resulte extraño, pero el caso de la pluma de plata tuvo un  principio y fue el grito de la señora Martina, mi profesora, cuando abrió el cajón de  su mesa y se le vino un  sapo encima. ¡Menudo grito! Todavía me duelen lo oídos. Se oyó en todo el colegio como si un elefante estuviera suelto por las aulas.
Oh, lo siento, me llamo Onofre y pertenezco a un grupo  muy especial, algo así como investigadores que resuelven misterios. Mis compañeros se llaman Berenguer y Abigaíl.
Berenguer es un chico extraordinario, buen deportista, más listo que el hambre y de pelo rubio. Lo conozco desde la guardería cuando teníamos tres años. De hecho yo apenas juego en el patio pues llevo gafas y mis padres no ganan para recambios. En el patio observo a los compañeros y no me meto en líos. Dicen que soy raro, puede que tengan razón.
Abigaíl es nueva este año. Tiene el pelo oscuro, la piel blanca y un aire como de chica misteriosa. No es de las que se lo tienen creído aunque es inteligente.
No os penséis que estoy enamorado. No soy de los que están pensando en casarse cuando cumplen doce años. La vida es muy larga.
¿Qué pasó aquel día con la señora Martina?
La maestra iba a proceder a darnos el resultado del examen del día anterior. Algunos temblábamos. El tema había sido  sobre el sistema solar. La tensión se palpaba en el ambiente cuando la señora Martina abrió el cajón. Y exclamó:
- ¡¡¡¡Aaah!!!
El grito me puso los pelos de punta. La maestra dio un paso atrás y su silla golpeó contra la pared. Un sapo grande dio un salto y aterrizó sobre el pupitre de Sonia. Esta tiene fama de chivata.  Sonia también lanzó un grito tan grande como la maestra. En un segundo la clase se convirtió en un gallinero. Unos reían, otros gritaban y otros acosaban al animal. En momentos así uno no se siente orgulloso de su clase.
El sapo consiguió escapar por una ventana abierta y la maestra recuperó el control de la clase. Amenazó a varios y, en unos segundos,  la clase era una balsa de aceite. Con la amenaza de suspensos la maestra se hizo de la situación.
- ¿Quién ha sido?
Nadie abrió la boca y nos miró a los ojos de uno en uno. Era una mirada intensa que te dejaba clavado en la silla.
-Esto no quedará así, dijo mientras abría de nuevo el cajón de su mesa.
Entonces su cara se tornó blanca como la leche. Nos volvió a mirar y le temblaba el labio inferior. Había conseguido atemorizarnos. Sacó una hoja con grandes letras pegadas y la blandió delante ante  nosotros.
- ¿Quién ha hecho esto?
Más silencio. Alguien silbó, de los nervios, supongo.
- Había dejado  los exámenes corregidos en el cajón-continuó la maestra-, y han desaparecido. Es una falta muy grave .¿Quién me ha dejado este papel?
Félix Garrigues levantó la mano.
- ¿Tú, Garrigues?¡No me lo esperaba! Anda, ven aquí y te enseñaré a mandar anónimos.
- No, quiero decir que quizá haya sido Eustaquio, como está fuera puede que no lo haya oído
Eustaquio asomó la cabeza por la puerta y se lo aclaró.
- ¡Quizá haya sido tu madre, idiota!
La señora Martina volvió a mirar el interior del cajón y gritó:
- ¡Oh, no! Me han robado la pluma que mis padres me regalaron.
Nos quedamos estupefactos. Eso pasaba de la raya
- Puede que haya sido un ladrón profesional-insinuó Félix.
- ¿Para qué quería un ladrón tu examen lleno de faltas y barbaridades?
La maestra nos amenazó.
- Me voy a hablar con el director. Espero, que cuando vuelva, los exámenes y mi pluma estén encima de la mesa.
Hubo algunas protestas sobre todo de los empollones. Pagamos justos por pecadores.
Volvió la maestra acompañada del director, ambos con cara de pocos amigos, y en tres zancadas llegaron a la mesa.
- Veo que aún no han aparecido los exámenes- bramó el director
- Ni mi pluma, añadió la maestra.
- Ni su pluma, sí. Aquí se montará un cirio. es una falta muy grave. Hasta que no aparezcan no tendréis recreo.
El castigo nos cayó como un  jarro de agua. Una de las mejores cosas de ir al cole es poder salir al recreo.
Después sonó el timbre final de las clases, pero no había la alegría acostumbrada. Nos mirábamos unos a otros con desconfianza.¿Quién podía haber hecho algo así?
De camino para casa se me acercó Abigaíl. Acostumbrado a ir solo, sentí una sorpresa agradable.
- Onofre, vivo cerca de tu casa. ¿Puedo acompañarte?- me preguntó.
- Si no me coges de la mano y esas cosas. No me gustaría que pensasen que somos novios, tengo once años,¿sabes?-dijo Abigail sonriendo.
- ¡Yo también tengo once años!
Alguien gritó a nuestras espaldas. Era Berenguer, que venía corriendo.
- Eh,¿puedo ir con vosotros?
Nunca lo había hecho. La cosa ahora sonaba a excusa barata, así que sospeché que estaba interesado en Abigail. Sentí como un puñetazo en el estómago, pero contesté:
-  Las aceras son libres.
-  ¿Y tú que dices, Abigail, puedo acompañaros?
-  Si no nos coges de la mano. No nos gustaría que pensasen que somos novios- respondió sonriente.
-  Mal asunto eso de los exámenes, ¿no? ¿Quién pensáis que puede haberlo hecho? -preguntó Berenguer.
-  Alguien que ha hecho el examen mal y no deseaba que se lo corrigiesen.
Berenguer y Abigail me miraron de arriba abajo.
- Eh, sé lo que estáis pensando, pero yo no he sido. Puede que haya confundido la rotación con la traslación, pero no soy un ladrón.
- Relájate Onofre. Pareces un pimentón a punto de reventar, dijo Berenguer
- No estamos acusándote -dijo Abigaíl con un hilo de voz. Pero el hecho es que por su culpa estamos sin recreo.  Y es evidente que ha sido alguno de la clase.
Abigaíl  se adelantó un paso y de pronto se dio la vuelta
- He tenido una idea. Creo que nosotros podríamos descubrir al autor del robo.
- Sí, podríamos seguir las pistas, investigar el pasado de todos los compañeros de clase, dijo Berenguer.
Habíamos llegado al cruce donde nuestros caminos se separaban. No quería que pensaran que no deseaba atrapar al autor.
- Bueno, lo pensaré. Mañana hablamos de ello.
Dije adiós. De reojo observé que Abigaíl y Berenguer se quedaban hablando y sentí otra punzada en el estómago.
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Tomado del libro:
Actividades:
  1. ¿Qué pasó aquel día en la clase? Haz un dibujo
  2. ¿Cómo se hizo la maestra con el control de la clase?
  3. ¿Quién crees que fue el autor? ¿Por qué?
  4. Escribe un cuento sobre un robo en tu clase y cómo se encontró al autor.
grupoleo@terra.es

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