miércoles, 2 de octubre de 2019

Los libros del mes de octubre: "La maravillosa medicina de Jorge"

Reseña:
Jorge se queda solo en casa al cuidado de su abuela, que no le trata muy bien y se empieza a comportar de manera un tanto preocupante.
A Jorge, que tenía la tarea de darle su medicina a la abuela, se le ocurre una idea: fabricarle una medicina repugnante.
Comienza a mezclar todo tipo de sustancias y productos y finalmente se lo administra a la abuela. Los efectos de la maravillosa medicina de Jorge son inesperados.
Cuando llegan sus padres y ven lo que la medicina ha provocado en la abuela, el padre quiere aplicarlo a los animales. Los primeros resultados son satisfactorios. Pero cuando se acaba la medicina y tienen que repetir la fórmula, Jorge no recuerda ni los ingredientes exactos ni las cantidades. Las siguientes mezclas no producen los efectos esperados.
Edad recomendada: 10 años

El autor:
Roald Dahl nació en Llandaff, país de Gales en 1916 fue el tercero de un grupo de 5 hermanos dónde el resto eran mujeres.
Su padre influyó mucho en la sensibilidad de sus hijos ya que tenía un profundo interés por lo bello.
Cuando tenía 3 años su hermana mayor murió lo que sumió a su padre en una profunda depresión agravada con una pulmonía que lo llevaría a la tumba unos meses después.
Hasta los 6 años transcurre la vida de Roald en Llandaff. Es en esta ciudad cuando ingresa por primera vez en un parvulario. Un año más tarde ingresa en un colegio preparatorio para varones, ni en la escuela ni más tarde el colegio de Repton Derbyshire fue feliz. Destaca en deportes pero era considerado por su profesor de inglés “incapaz de ordenar sus pensamientos sobre papel”.
A los 18 años se apuntó a la expedición de la Public School Exploring Society.
Tenía 23 años cuando estalló la guerra y se alistó en la RAF en Nairobi.
Fue enviado a casa como inválido, pero fue transferido en 1942, a Washington cómo agregado militar aéreo. Allí comenzó en serio su carrera como escritor, después de un encuentro con C.S. Forrester quién le pidió que le cantara su versión de la guerra. Dahl escogió plasmar sus experiencias sobre papel. Forrester quedó tan impresionada que buscó a un editor de revista para su publicación.
Dahl y su familia regresaron a Inglaterra en 1970 y se establecieron en Gipsy House en Great Missenden, Buckinghamshire donde escribía la mayoría de sus inolvidables libros.
Tras el accidente sufrido por su hijo Theo desarrolló con 2 amigos, un ingeniero y un neurocirujano una válvula para drenar liquido del cerebro (válvula Wade- Dahl- Hill).
Roald Dahl murió el 23 de noviembre de 1990 a los 74 años de edad.

El ilustrador:
Quentin Blake nació el 16 de diciembre de 1932 en el condado de Kent, Inglaterra. En 1956 se licenció en Literatura Inglesa en el Downing College de Cambridge, aunque su carrera profesional ha estado marcada por su amor al dibujo y a la ilustración, siendo uno de los autores e ilustradores de literatura infantil y juvenil más reconocidos de Gran Bretaña, con cerca de trescientos títulos publicados. Su primer dibujo publicado apareció en la revista de humor Punch cuando tenía 16 años. Tras estudiar en Cambridge, hizo un posgrado en Educación en la Universidad de Londres y decidió completar su formación académica en la Chelsea Art School en un curso a tiempo parcial. Además de ilustrador, Blake ha sido profesor un largo tiempo de su vida e incluso llegó a dirigir durante una década el Departamento de Ilustración del Royal College of Art de Londres, del que es Profesor Honorífico en la actualidad. Su primer libro infantil ilustrado apareció en 1960 (A drink of water, de John Yeoman), aunque no fue hasta 1968 cuando firmó su primer libro como autor e ilustrador, el cual se tituló Patrick. Desde entonces, ha editado veinticinco libros de su autoría. Quentin Blake es igualmente conocido por su colaboración con los más famosos autores británicos y estadounidenses del género con gran compenetración con sus textos, como Roald Dahl, Michael Rosen, Joan Aiken y Margaret Mahy, entre otros. Su trabajo con el primero de ellos dio comienzo en 1975, después de que su editor los presentara, llegando ambos a un entendimiento tal que el autor no ha querido trabajar con otro ilustrador desde entonces. Entre sus trabajos conjuntos destacan Matilda, James y el melocotón gigante, Las brujas o El gran gigante bonachón. Su característico estilo sobresale por la naturalidad de su trazo, con líneas a tinta hechas con rapidez y sencillez estudiadas. El color suele aplicarlo con acuarela. Según ha apuntado él mismo, dicha espontaneidad en sus dibujos deriva de un primer dibujo realizado a mano alzada, que luego pule. Su dilatada trayectoria ha sido distinguida con numerosos premios como la Medalla Kate Greenaway y el Premio Nacional de Literatura Infantil en 1981, por la obra Mister Magnolia. Premio Nacional de Literatura Infantil de 1983, por El gran gigante bonachón, y en 1988, por Matilda. En 1990 fue elegido Ilustrador de Ilustradores por la revista The Observer, en tanto que en 1996 consiguió el Premio de la Feria Internacional del Libro Infantil de Bolonia por Clown. En 1999 obtuvo el Children’s Laureate y en 2002 el prestigioso Premio Hans Christian Andersen, en la categoría de Ilustración.

LA ABUELA

—Me voy de compras al pueblo —le dijo a Jorge su madre, el sábado por la mañana—. Así que sé un niño bueno y no hagas travesuras.
Es una tontería decirle a un niño semejante cosa en cualquier ocasión. Inmediatamente le hizo pensar en qué travesuras podría hacer.
—Y no te olvides de darle la medicina a la abuela a las once —dijo la madre. Después salió, cerrando la puerta tras ella.
La abuela, que estaba dormitando en su sillón, junto a la ventana, abrió un ojo malicioso y dijo: —Ya has oído a tu madre, Jorge. No olvides mi medicina.
—No, abuela —dijo Jorge.
—Y trata de portarte bien, por una vez, mientras ella está fuera.
—Sí, abuela —dijo Jorge. Jorge se moría de aburrimiento. No tenía hermanos ni hermanas. Su padre era granjero y la granja estaba a kilómetros de cualquier sitio habitado, así que nunca había otros niños con quienes jugar. Estaba cansado de contemplar cerdos, gallinas, vacas y ovejas. Estaba especialmente cansado de tener que vivir en la misma casa que aquella vieja gruñona de su abuela. Quedarse solo cuidándola no era exactamente el modo más apetecible de pasar la mañana del sábado.
—Puedes empezar por prepararme una buena taza de té —le dijo la abuela a Jorge—. Eso te impedirá hacer barbaridades durante unos minutos.
—Sí, abuela —dijo Jorge.
Jorge no podía evitar que le desagradara su abuela. Era una vieja egoísta y regañona. Tenía los dientes café claro y una boca pequeña y fruncida como el trasero de un perro.
—¿Cuánta azúcar quieres hoy en el té, abuela? —le preguntó Jorge.
—Una cucharada —dijo ella—. Y sin leche.
La mayoría de las abuelas son señoras encantadoras, amables y serviciales, pero ésta no. Se pasaba los días enteros sentada en su sillón junto a la ventana y estaba siempre quejándose, gruñendo, refunfuñando y rezongando por una cosa u otra. Ni una vez, ni siquiera en sus mejores días, le había sonreído a Jorge o le había preguntado “y, ¿cómo estás esta mañana, Jorge?”, o “¿por qué no jugamos tú y yo a La Oca?”, o “¿qué tal te ha ido hoy en el colegio?”. Al parecer, no le importaba nadie más que ella misma. Era una miserable protestona.
Jorge fue a la cocina y le hizo a la abuela una taza de té con una bolsita. Puso una cucharada de azúcar y nada de leche. Removió bien el té y llevó la taza al cuarto de estar. La abuela dio un sorbito.
—No está lo bastante dulce. Ponle más azúcar.
Jorge volvió con la taza a la cocina y añadió otra cucharada de azúcar. Removió otra vez y se la llevó con cuidado a la abuela.
—¿Dónde está el platillo? —dijo ella—. No me gusta tener una taza sin su plato.
Jorge le trajo un platillo.
—¿Y qué pasa con la cucharita, se puede saber?
—Ya te lo he removido, abuela. Lo removí bien.
—Prefiero removerlo yo misma, muchas gracias —dijo ella—. Tráeme una cucharilla. – Jorge le trajo una cucharilla. Cuando los padres de Jorge estaban en casa, la abuela nunca le daba órdenes de esa manera. Solamente cuando estaban a solas empezaba a tratarlo mal.
—¿Sabes lo que te pasa? —dijo la vieja, mirando fijamente a Jorge, por encima del borde de la taza de té, con aquellos ojillos brillantes y maliciosos—. Estás creciendo demasiado. Los niños que crecen demasiado rápido se vuelven estúpidos y perezosos.
—Pero yo no puedo remediarlo —dijo Jorge.
—Claro que puedes —dijo ella—. Crecer es una fea costumbre infantil.
—Pero tenemos que crecer, abuela. Si no creciéramos, nunca seríamos mayores.

—Bobadas, chiquillo, bobadas —dijo ella—. Mírame a mí. ¿Estoy creciendo yo? Naturalmente que no.
—Pero una vez creciste, abuela.
—Sólo un poquito —contestó la vieja—. Dejé de crecer cuando era muy pequeña, al mismo tiempo que dejé otras feas costumbres infantiles como la pereza, la desobediencia, la voracidad, la suciedad, el desorden y la estupidez. Tú no has dejado ninguna de estas cosas, ¿verdad?
—Todavía soy sólo un niño pequeño, abuela.
—Tienes ocho años —resopló ella—. Es edad suficiente para saber lo que haces. Si no paras de crecer pronto, será demasiado tarde.
—¿Demasiado tarde para qué, abuela?
—Es ridículo —continuó ella—. Ya eres casi tan alto como yo.
Jorge miró bien a la abuela. Realmente era una persona muy menudita. Sus piernas eran tan cortas que necesitaba tener un taburete para apoyar los pies, y su cabeza sólo llegaba a la mitad del respaldo del sillón.
—Papá dice que es bueno que un hombre sea alto —dijo Jorge.
—No le hagas caso a tu papá —dijo la abuela—. Hazme caso a mí.
—Pero ¿cómo puedo parar de crecer? —le preguntó Jorge.
—Come menos chocolate —dijo la abuela.
—¿El chocolate hace crecer?
—Te hace crecer en la dirección equivocada — le contestó ella, cortante—. Hacia arriba, en lugar de hacia abajo.
La abuela sorbía su té, pero sin apartar nunca sus ojos del chiquillo, que estaba de pie delante de ella.
—Nunca crezcas hacia arriba —dijo—. Siempre hacia abajo.
—Sí, abuela.
—Y deja de tomar chocolate. Toma repollo, en cambio.
—¡Repollo! Oh, no, no me gusta el repollo —dijo Jorge.
—No se trata de lo que te guste o no te guste —cortó la abuela—. Lo que te conviene es lo que cuenta. De ahora en adelante, debes comer repollo tres veces al día. ¡Montañas de col! Y si tiene orugas, ¡tanto mejor!
—¡Puag! —dijo Jorge.
—Las orugas desarrollan el cerebro —dijo la vieja.
—Mamá lava la col para que las orugas se vayan por el desagüe.
—Tu mamá es tan tonta como tú —dijo la abuela—. El repollo no sabe a nada sin unas cuantas orugas hervidas. Y babosas también.
—¡Babosas, no! —gritó Jorge—. ¡Yo no podría comer babosas! —Siempre que veo una babosa viva en un pedazo de lechuga —dijo la abuela—, me la zampo rápidamente, antes de que se escape. Son deliciosas —apretó mucho los labios, de tal modo que su boca se convirtió en un agujerito arrugado—. Deliciosas —dijo otra vez—. Los gusanos y las babosas y los bichitos. Tú no sabes lo que te conviene.
—Estás bromeando, abuela.
—Nunca bromeo —dijo ella—. Los escarabajos quizá sean lo mejor de todo. ¡Son crujientes!
—¡Abuela! ¡Eso es horrible! —La vieja bruja sonrió, mostrando sus dientes café claro. —A veces, si tienes suerte —dijo—, encuentras un escarabajo dentro de un tallo de apio. Eso es lo que más me gusta.
—¡Abuela! ¿Cómo has podido…?
—Se encuentran toda clase de cosas buenas en los tallos de apio crudo —continuó la vieja—. Algunas veces son tijeretas.

Autor: Roald Dahl
Ilustraciones de: QuentinBlake
Editorial: loqueleo


ACTIVIDADES
1. Si alguna vez tus padres te dejan solo en casa, ¿se te ocurre hacer algo que no harías estando ellos?
2. ¿Cómo trata a Jorge su abuela? ¿Cómo crees que se siente Jorge?
3. Supongo que te gustan las verduras. ¿Sabes cómo hay que limpiarlas antes de comerlas o cocinarlas? ¿Sabrías confeccionar un menú saludable?
4. Escribe un relato. Imagina que tu abuela es un poco bruja y gruñona como la de Jorge y que te dejan con ella. Envíalo por correo postal (en fichero Word) y acompañado de un dibujo (en fichero JPG) junto con tu nombre, apellidos, teléfono, curso y colegio a:
GRUPO LEO
Apartado 4042
03080 Alicante

4 comentarios:

Unknown dijo...

La actividad 4 se envía por correo postal en un trabajo escrito Por el mano u ordenador acompañado de un dibujo. Diego

Mar dijo...

Hola, somos los alumnos de Mar.
1. cuando nuestros padres nos dejan solos no hacemos nada en especial, bueno Ángel chincha a los perros y Oscar se pone musica que no le gusta a sus padres.
2.La abuela trata muy mal a Jorge esta todo el rato chinchando.supongo que Jorge
se siente fatal, así no hay quien quiera a su abuela.Nosotros queremos mucho a nuestra abuela.
3.Las verduras y las frutas han de lavarse antes de ser consumidas.Se lavan con agua corriente y en algunas ocasiones se puede añadir unas gotitas de cloro.
MENÚ SALUDABLE:
- primer plato:una ensalada con lechuga, tomate, queso, atún y aceite virgen extra.
-segundo plato:paella de marisco.
- postre macedonia con melocotón, piña, manzana, fresas, sandía y plátano.

Paco Jiménez dijo...

Muchas gracias por los comentarios que hacéis. Está muy bien eso de querer a la familia. Decidle a Ángel que a los animales también hay que quererlos y tratarlos muy bien.
Vuestro menú me ha gustado mucho.
Un saludo.

DIEGO dijo...

Creo que ese trabajo de lectura y comentario de la Tiza os dnseñará
muchas cosas.

Grupo Leo