Nudos es la ópera prima de Elda Moreno que narra una historia de autodescubrimiento y crecimiento personal, el nuevo título de Edelvives que se adentra en un viaje mágico hacia el empoderamiento femenino. Transmite cómo a través de valores como el compromiso, la responsabilidad, la igualdad y el feminismo se pueden superar muchas dificultades vitales.
Esta novela, ilustrada por Ricard López Iglesias, plantea una historia de descubrimiento personal, de crecimiento y de aprendizaje. Un viaje iniciático, fantástico y mágico, en el que las elecciones y decisiones de los protagonistas tienen consecuencias insospechadas.
A través del aprendizaje, los protagonistas deberán descubrirse a sí mismos, lo que los llevará a un gran crecimiento personal.
Este relato ayudará tanto al empoderamiento de los adolescentes como a transmitir la importancia de las elecciones y de tomar el control de sus propias vidas.
El texto se inscribe en el marco del proyecto “No te calles, cuéntalo” de Fundación Edelvives, que busca ofrecer herramientas para el conocimiento y denuncia de situaciones de abuso contra la infancia, priorizar el compromiso con la educación y con la infancia, así como ofrecer pautas claras y sencillas que indiquen a niños, padres y educadores cómo actuar.
Edad recomendada: A
partir de 12 años.
La autora:
El ilustrador:
NUDOS
Hace muchos, muchos años, Nawa era una isla famosa en el mundo entero por la felicidad de sus gentes.
No
es que mereciera muchos superlativos, la verdad. No era ni la más hermosa, ni
la más rica ni en la que mejor tiempo hacía. Lo que diferenciaba a Nawa del
resto era que tenía un magnífico gobernante.
El
viejo capitán Pikura vivía en una modesta cabaña del muelle. Pasaba allí la
mayor parte de su tiempo, recibiendo a los habitantes de la isla que iban a
pedir consejo, a hacer propuestas, a fumar una pipa o a jugar una partida. A
menudo hacían todo eso a la vez.
Todas las mañanas, el capitán pasaba una hora recogiendo los erizos que aparecían por aquella playa y se los llevaba a otra parte de la isla. “La armonía no surge de los grandes sacrificios de unos cuantos, sino de los pequeños gestos de todos” solía decir.
Los
habitantes de Nawa seguían su ejemplo y disfrutaban mejorando la vida de los
demás, sin grandes aspavientos.
Cada día al atardecer, el anciano sacaba una gran cesta con docenas de cabos de varios grosores y longitudes, trenzados con fibras muy diversas. Se sentaba en un taburete, elegía un cabo, lo examinaba y comenzaba a realizar el nudo que este le pedía. Una vez listo, lo ponía en su mesita y elegía el siguiente cabo. Pikura confeccionaba nudos muy complicados y sorprendentes. Todos tenían en común la belleza de un trabajo bien hecho y reflejaban la inteligencia, la fortaleza y la templanza del hombre que los había formado.
A
mitad de la noche, ya no le quedaba más material, así que dedicaba la otra
mitad a deshacer todos los nudos. Al amanecer, alisaba los cabos con mimo, los
guardaba de nuevo en la cesta y se preparaba para comenzar una nueva jornada.
Muchos
quisieron regalarle más cabos para que no tuviera que deshacer sus maravillosos
nudos. “Mejor traedme nudos que no sepáis deshacer. El verdadero desafío no
consiste en hacer el nudo, sino en liberar el cabo”, les decía.
Tampoco
se dejó tentar por los mercaderes que le ofrecieron auténticas fortunas por sus
creaciones. “Si os vendo mis nudos, me convertiré en vuestro esclavo”,
contestaba.
Pikura
era muy generoso, especialmente con su tiempo. Aceptó enseñar a las personas
que quisieron aprender su técnica, pero todas acababan abandonando. Todas,
menos Aremi. “Muy bien, Aremi. La dificultad no está en la tarea, sino en
elegir bien cómo enfrentarnos a ella”, le animaba.
Pikura
se encontró a Aremi en el fondo de una canoa abandonada una mañana de otoño,
tras un terrible temporal. No consiguieron localizar a la familia de aquella
bebé de piel oscura, así que el capitán le hizo un sitio en su cabaña y en su
vida.
Como era normal en aquella isla, la niña creció muy feliz, haciendo y deshaciendo sus propios nudos.
Tres deseos
Un
día el capitán dijo a los habitantes de Nawa: “Estoy ya muy mayor y hay que
buscar a otra persona para gobernar la isla. El próximo día de luna llena,
recibiré en mi cabaña a quienes deseéis presentaros voluntarios”.
Durante
varios días, los habitantes de la isla estuvieron como abatidos y preocupados,
algo que era completamente inaudito. La gente se reunía en bares, mercados,
escuelas y plazas para consolarse por la inminente pérdida de tan gran
gobernante y para animar a algunas personas a que se presentaran voluntarias.
El
primer día de la siguiente luna llena, el capitán Pikura recibió a tres
personas y las saludó por sus nombres, pues las conocía a todas.
El
primero en llegar fue Ilimani, un anciano muy querido que siempre andaba
rodeado de niños y niñas, porque contaba unas historias fantásticas. Algo más
tarde llegó Kayla, una mujer alta y de mirada enigmática, a quien todos acudían
cuando se sentían enfermos o preocupados. Poco después llegó el último
voluntario, un fuerte y astuto mercader llamado Ikaika.
- Mirad – dijo Pikura sacando su cesta con los cabos y las cuerdas -, os voy a regalar una pulsera mágica a cada uno. Mientras la hago, debéis concentraros y pensar en un único deseo.
“Yo quiero la vida eterna – se dijo el anciano Ilimani -. Así podré cuidar siempre de mi pueblo”.
Pikura eligió para el anciano un cabo muy fino y le hizo una pulsera con nudos en forma de ochos que se ajustaron perfectamente a su frágil muñeca.
“A mí me gustaría ser la persona más
sabia del mundo, para así poder resolver todos los problemas y elegir lo mejor
para mi pueblo”, pensó Kayla.
La pulsera que el capitán confeccionó
para la mujer consistía en un cabo fino y dos nudos con forma de bolitas. El
cabo daba dos vueltas a la muñeca y las dos bolitas se deslizaban sobre él como
planetas sobre sus órbitas.
“Yo quisiera ser la persona más
poderosa del mundo, para así defender nuestra isla de todos los peligros e invasiones”,
pensó el joven Ikaika.
Pikura escogió un cabo de algodón que
colocó entre dos de fibra de coco y se inventó una pulsera con un magnífico
nudo ancho y plano que cubrió su fuerte muñeca.
- No
es fácil elegir un deseo. Volved dentro de tres noches y veremos.
Aremi,
que ya tendría unos doce años, había observado la escena apoyada en la puerta
de la cabaña. (…)
Los deseos son como los nudos – le dijo Pikura a Aremi (…). Útiles cuando los dominas, peligrosos cuando te atan. (…)
<<
¿Quién crees que será el nuevo gobernante de la isla de Nawa? Anímate a leer
este apasionante libro para averiguarlo y dejarte llevar por las fantásticas
aventuras que les suceden a sus protagonistas. >>
Extraido
del libro: Nudos
Autora:
Elda Moreno
Ilustrador:
Ricard López
Colección:
No te calles
Editorial:
Edelvives
ACTIVIDAD
Escribe
un cuento o poema con dibujo y envíalo por email a:
No
olvides poner tu nombre y apellidos, curso, colegio. Podría ser publicado en
nuestro BLOG y en el suplemento La Tiza del Periódico Información.
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