La profesora María Susana Dávalo
Coronatti del Departamento de Lengua Castellana del IES Gran Vía propone un
reto a sus alumnos de 4º de la ESO, escribir artículos costumbristas que
son bocetos cortos en los que se pintan costumbres, usos, hábitos, tipos
característicos o representativos de la sociedad, paisaje, diversiones y hasta
animales. Aquí tenéis una muestra del resultado.
¿Vergüenza por ayudar?
El tema de la vergüenza se da
sobre todo en los adolescentes, cuando todos los adultos dicen que estamos
tontos o, como ellos dicen, “en la edad del pavo”. Sinceramente, creo que
aunque estemos en la adolescencia, obviamente es normal tener vergüenza, pero
hay casos y casos.
Y es que la vergüenza al
socializar, al hablar en público, es algo normal que a mucha gente nos pasa,
porque sí, a mí también me da vergüenza.
Pero, ¿vergüenza por ayudar a
alguien que lo necesita? Aparte de parecerme absurdo y ridículo, me parece de
muy mala persona, así que como ya me ha pasado varias veces, pues voy a contar
una experiencia que me marcó bastante.
Esto sucedió hace dos o tres meses
y era un día como muchos en el que había salido a dar una vuelta con mis
amigas. Íbamos hablando de nuestras cosas cuando al final de la calle vi a una
anciana de unos 70 años que estaba dando vueltas y parecía desubicada. Nos
acercamos más y vimos que estaba llorando.
Hablé con mis amigas y les dije de
ir a preguntarle qué le pasaba por si la podíamos ayudar. Sus respuestas me
parecieron tan poco humanas que incluso me molesté con ellas. Cuando empecé a
escuchar cosas como: “Tía, qué vergüenza”, “Déjala, que es una vieja“ y más
comentarios así, pasé de ellas y, sin importarme lo que dijeran, fui a hablar
con ella.
Después de preguntarle su nombre y
edad, me dijo que sufría de demencia senil y que se había dejado un localizador
que, si se desubicaba, llamaba a emergencias pulsando un botón. Estaba agobiada
porque no se acordaba ni de su casa ni de cómo volver. Empecé a pasear con ella
por esa zona hasta que pasamos por un portal y me dijo: “Mi casa, chiquilla”.
Me dio las gracias por todo y dijo: “¿Te puedo dar un abrazo?”. En ese momento,
me rompí a llorar de ternura.
Ojalá todos hiciéramos estos actos
que no cuestan nada y podemos ayudar a otras personas, y sobre todo que la
tontería de tener vergüenza por ayudar y pensar en el qué dirán desaparezca.
Paula Torres, 4ºA
Realidad ficticia
Hace
dos días vimos una película en nuestra clase de Filosofía. La película se
llamaba El show de Truman. Cuando estábamos viendo la película, veía que
los alumnos prestaban más atención al móvil que a la película. Yo era uno de
los pocos que prestaban atención. Eso me dice que hoy en día las personas solo
están con el móvil. Al ver la película, me di cuenta de que vivimos en una
mentira. Lo supe porque me centré en el ejemplo de Truman, que se dio cuenta de
que vivía en una fantasía. Esa misma sensación es la que tenemos hoy en día al
estar con el móvil, porque nos pasamos el día entero viendo TikTok e Instagram,
pero no nos centramos en vivir nuestra vida o en cómo la podemos mejorar.
Todo
eso nos pasa porque somos conformistas. Nos dan un móvil y pensamos que ahí
está nuestra vida. Pasa porque no vemos la realidad del mundo. Así se nos
tendría que definir hoy en día a las personas: personas engañadas por un
dispositivo. Eso es lo que somos.
Mamadi Camara, “el
Futbolista”, 4º ESO A
No todos los altos son para el básquet
Mido
1.80, de momento. La última vez que me preguntaron si jugaba al baloncesto fue
la semana pasada, pero llevan preguntándomelo desde que tengo uso de razón.
Mis
deportes favoritos son el fútbol y el voleibol, no el baloncesto. Cuantas más
veces me lo preguntan, más rechazo me produce este deporte. Pienso que si cada
vez que me lo dicen me pagasen, sería más rica que el mismísimo Lebron James.
Me
pide ayuda una señora en el mercadillo, le ayudo:
-
¡Ay! ¡Qué alta! ¿Juegas al baloncesto?
Ayudo
a una niña pequeña y socializo con ella:
-Ala,
qué alta eres ¿Juegas al baloncesto? ¡Qué mayor eres!
Salgo
con los amigos de mis padres y empezamos a entablar una conversación:
-Tu
hija es muy alta ¿eh?, jugará al baloncesto ¿Cierto? Seguro que eres de las
mejores de tu equipo.
Tenemos
una hora libre con un profesor y estamos comentando sobre los deportes:
-¿Tú
juegas en algún equipo de básquet, no? ¿En cuál?
En
fin, estoy preparada para escuchar esto durante el resto de mi vida. Aparte, me
parece una ofensa para la gente “baja” que juega a este deporte, ya que sólo
“sirven” los altos.
Mariam Kasrioui, “una
Alta”,4º ESO B
Un baile de opiniones
Hace un mes, más o menos, estaba cenando con mi madre
y unos amigos suyos. Estaban hablando sobre los deportes y me preguntaron si yo
hacía algún deporte. Yo dije que sí, que hacía baile. Éramos ocho personas
cenando y tres de ellos me dijeron que eso no era un deporte. Mi madre, cuando
escuchó eso, se sorprendió porque sabía que a mí me encantaba el baile y que le
iba a decir cualquier cosa. En cambio, yo en ese momento decidí callarme,
porque no quería entrar en un tema en el que yo pienso distinto a ellos y no
quería cabrearme. Terminamos de cenar y fuimos a un sitio a que se tomasen una
copa.
A la hora de estar en el pub, una amiga de mi madre,
que era la que inició toda la conversación sobre los deportes, se disculpó. Yo
le dije que no pasaba nada, pero que para mí el baile era un deporte igual que
el fútbol y el baloncesto. Haces ejercicios físicos y compartes muchos momentos
con tus amigos, avanzas en una carrera de baile, conoces profesores, vas a
competiciones…
Al fin y al cabo la perdoné porque había sido una
tontería e iba a seguir viéndolos ya que me conocen desde que nací y son muy
amigos de mi madre.
No obstante, esa noche le hice pensar que en verdad sí
que era un deporte y me alegré de haberle dado mi opinión y que ella lo
entendiese.
Paula
Antón Castillo “Paulak12”, 4ºA
ACTIVIDADES
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costumbrista?, seguro que encuentras algo cercano para hablar de ello.
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suplemento de La Tiza del periódico INFORMACIÓN. Te esperamos, ¡anímate!