Reseña:
Mateo
va a pasar ocho días en casa de sus abuelos, mientras sus padres están de
viaje. Cada noche, su abuelo le contará una versión distinta y muy divertida
del cuento de Caperucita Roja. Esta ya no será una dulce e ingenua niña, sino
que se convertirá en una cazadora de lobos, en una joven que quiere disfrutar
de la vida o en una terrible vampira.
Divertido
e ingenioso libro de Carles Cano, lleno de múltiples posibilidades para jugar,
armar, desarmar, representar, imaginar, cantar, dibujar, pintar y poder hacer
todo aquello que a uno le gustaría hacer con un libro.
Siete caperucitas y un cuento
con lobo es una “versión gamberra” del cuento clásico de Caperucita
y el Lobo, a la que tan acostumbrados nos tiene Carles. Esta versión nos
permite recuperar el cuento clásico, para volver a leerlo y preservarlo del
olvido, y abrir un nuevo horizonte a la
imaginación de los jóvenes lectores, o a los no tan jóvenes, los buenos libros
no entienden de edades. Edad recomendada: a partir de 10 años.
El autor:
Carles Cano nació el siglo pasado, en el 57. Dicen
que la cosecha de Rioja de aquel año fue excepcional. Pero desgraciadamente
Carles no es un vino, y por si fuera poco nació en Valencia el año de la Riada
y bajo el signo de agua: los peces.
Ha trabajado
de un puñado de cosas en esta vida: de carpintero, de tallista en madera, de
camarero, de profesor de baile, de profesor de valenciano, de locutor y
guionista de radio y televisión, de cuentacuentos, de escritor... y todavía hay
un puñado de cosas que le gustaría hacer.
Como
cuentacuentos ha participado en algunos festivales internacionales y ha contado
en varios países tales como: Guinea Ecuatorial, Francia, México, Argentina,
Marruecos y el Reino Unido, así como en todo el Estado español.
Se dedica a
la poesía visual desde el año 2000 en que montó una exposición con sus alumnos
de literatura titulada: "Poemas Broemes y otros artificios”. En 2003
expuso otra titulada «Cartas» y en 2005 impulsó el proyecto “Trueque", una
exposición-intercambio con más de 60 poetas, ilustradores, pintores,
titiriteros, escultores, dermatólogos y profesoras de inglés.
Ha
participado como conferenciante en diversos encuentros, mesas redondas, jornadas...
referidas a literatura infantil y juvenil, radio, televisión, teatro, poesía
visual y literatura oral.
Comenzó a
escribir en 80 por una apuesta y ahora continúa apostando contra él mismo. A
veces pierde, pero cuando gana es tan fantástico que esto le anima a seguir
jugando. Le encanta contar historias en el formato que sea, tal vez por eso ha
escrito cuentos, guiones para radio y televisión, cómics, teatro, aforismos, poemas...
También le
gusta mucho buscar y, por supuesto, encontrar; ya sean espárragos, setas,
lugares, personas, historias, poemas visuales o retablos góticos. Le molesta
mucho la mezquindad, el meninfotismo y el trabajo mal hecho. Todavía se
sorprende de muchas cosas. ¡Esto no es todo amigos!
Es socio de
la Asociación de Escritores en Lengua Catalana.
El ilustrador:
Emilio
Urberuaga nació en
Madrid en 1954, y trabajó como estampador y grabador antes de dedicarse a la
ilustración de libros infantiles. Su obra, llena de fantasía y buen humor, es
una referencia nacional e internacional en el ámbito de la ilustración. En
Anaya ha publicado, entre otros, Marina, Pluma y Tapón y Animales
parecidos, de los que es autor también del texto, y varios títulos de
Daniel Nesquens, entre ellos el ganador del VII Premio Anaya de Literatura
Infantil y Juvenil, El hombre con el pelo revuelto. En 2011 recibió el
Premio Nacional de Ilustración.
¡A LA PORRA LA CAPUCHA ROJA!
En
casa de la Caperucita había una buena montada, el griterío se oía a la legua.
Bueno, quizás “a la legua” es exagerar, pero desde el camino se escuchaba
perfectamente. En un día normal, Caperucita Roja haría un rato que habría
salido de casa enfilando el atajo del bosque para dirigirse a la de su
abuelita, y ya estaría a medio camino. Pero aquel era un día extraño, la noche
anterior había habido luna llena, Caperucita prácticamente no durmió escuchando
los aullidos del lobo y, por si fuera poco, nevaba copiosamente. Estaba claro,
no se había levantado con buen pie y no estaba para romances.
—Mira,
mamá, estoy harta, soy demasiado mayor para llevar esto. No me la pienso volver
a poner, así es imposible pasar desapercibida por el bosque. ¡A la porra la
capucha roja!—clamó la muchacha lanzándola con furia al suelo.
—¡Justamente!
De esto se trata, de que no pases desapercibida, de que alguien, cazador,
leñador o paseante, te vea por el bosque y así te pueda localizar en caso de
que te pierdas o de que te pase algo.
—Claro,
tú no vas por ahí dando risa, de ti no se burlan los niños diciéndote cosas
como: ”Roja, roja como una amapola. El lobo te asará en una cacerola”.
—¿Esto
te dicen?
—Y
cosas peores: ”Con su caperuza roja, cada día está más loca” o “Caperucita
rojita, corre, corre, pasa, pasa. Déjanos la cestita y un pastel de calabaza”.
—Vaya,
no los hacía tan ingeniosos a esos ceporros del bosque.— ¿Qué?
—Nada.
Tendré que ir a hablar con los padres de esos granujas.
Y
mientras tanto, ¿qué?
—Mientras
tanto nada, te pones la capucha roja, que hace frío y nieva, y te vas a casa de
la abuela que debe estar esperándote.
—Ni
pensarlo, soy un blanco perfecto.
—¡Pero
si vas de rojo!
—Madre,
no te hagas la graciosa. Cuando es época, me lanzan bellotas, nueces y
avellanas, pero ahora que se han acabado ¡me lanzan piñas!
—Serán…
—Sí,
lo son.
—¿
Y qué podemos hacer?
—No
sé, ¿qué tal si cambiamos el color de la caperuza y me haces un abrigo más
moderno?
—¿Tú
crees? ¿Y si te llevas una raqueta y les devuelves las piñas cuando te las
lancen?
—¡Mamááá´!
—Vale
, vale, déjame pensar…
Mientras
tanto, el lobo feroz esperaba en su rincón del bosque, más helado que un piojo,
pues había nevado y corría un airecillo de aquellos que cortan el aliento. Se frotaba
las patas y de cuando en cuando el hocico, del que le colgaba el moquillo. Por
más que oteaba el horizonte en busca de alguna capucha roja, esta no aparecía,
ni roja ni de ningún otro color. Desesperado, se quejaba:
—No,
si ya me lo decía mi padre que este no era un buen oficio. Ya verás, cualquier
día me encontrarán aquí riéndome, tieso como un rábano.
¿Dónde
demonios se habrá metido esta niña? Mira, ¿sabes qué? Me voy a casa de la
abuela a ver si sabe algo.
Y
así lo hizo, por el atajo más corto, corriendo como un gamo perseguido por una
jauría para ver si entraba en calor, llegó el lobo a casa de la abuela y llamó
con fuerza tres veces a la puerta: ¡POM! ¡POM! ¡POM! Pero allí no abría nadie.
Tuvo que llamar todavía más fuerte: ¡POM! ¡POM! ¡POM!
—¡Ya
va, ya!— se oyó al fondo— ¿Quién es?
—¿Quién
ha de ser? ¡Yo, el lobo! ¡Abre!
La
abuela abrió la puerta, se quedó mirando como el lobo se frotaba las patas y se
echaba el aliento a las zarpas para entrar en calor y le dijo:
—Ostras,
me había dormido esperándote. ¿Tú no tenías que decirme que eras mi nieta
poniendo vocecita?
—Sí,
pero tu nieta no ha aparecido y en el rinconcito aquel hace un frío que hiela
los pensamientos. ¿Me vas a tener aquí en la puerta a ver si cojo una pulmonía
o me vas a dejar pasar?
—Pasa,
pasa. Ahora te preparo un caldo calentito o una sopita.
La
abuela se fue a la cocina a trastear con las cacerolas mientras el lobo se
arrimaba a la chimenea y se pegaba dos o tres quemazos de tan helado como
estaba. Al momentito ya tenía a la abuela a su lado con un tazón humeante en
las manos.
—¡Auuuuuuu!—dijo
el lobo, apagándose la cola, y mientras sorbía aquel caldo que hacía revivir a
un muerto, le preguntó:—¿Tú sabes algo de tu nieta?
—¿Yo?
Ni que fuera adivina. Vete a saber, a lo mejor está enferma o se ha peleado con
su madre; siempre están a la greña, como el perro y el gato.
—Hum…
¿y ahora qué hacemos?
—No
lo sé, pero mientras viene o no viene, podíamos ahorrarnos la parte esa en que
tú me tragas, es bastante asqueroso estar en tu barriga, ¿sabes?
—No
creas que a mí me gusta mucho tenerte ahí dentro, no vayas a pensar, sobre todo
cuando llevas horquillas en el pelo que se te caen por ahí y acabo con unos
dolores de estómago… Por no hablar de aquella vez que se te perdió la dentadura
postiza.
—Mira,
mejor no me hables de eso… Si pienso como la recuperé…
Tomado de: Sietecaperucitas y un cuento con lobo
Autor: Carles Cano
Ilustrado por: EmilioUrberuaga
ACTIVIDADES:
1.-La
abuela y el lobo quieren escaparse del cuento, ¿se te ocurre algún sitio al que
les gustaría ir?
2.-Este
texto se presta mucho a la dramatización. En colaboración con tu equipo de
trabajo montad esta escena y representadla delante de vuestros compañeros.
3.-Dibuja
una Caperucita y un lobo, intenta ser original y no los copies de ningún dibujo
ya existente.
4.- Escribe una historia disparatada en
la que los personajes sean Caperucita y el lobo .Envíala por correo postal con
un dibujo y acompañada de tus datos personales (Nombre, Apellidos, Colegio,
Curso, teléfono y una dirección de correo electrónico) a:
Concurso
literario Grupo Leo
Apartado
de correos 3008
03080
Alicante