Beltrán nació un luminoso día de mayo. En un prado salpicado
de flores: margaritas, amapolas, jacintos.. y cubierto de matorrales olorosos:
tomillo, romero, cantueso, jara…
La señora Erizo se había
tomado la molestia de construir una cómoda y segura casa de hojas, justo al pie
de un espino albar. Fue allí donde tuvo a los trillizos.
Por fuera se
parecían mucho, los tres eran guapos. Pero en lo de dentro eran muy distintos.
Dos de ellos eran dormilones, callados y serios; pero el otro, Beltrán se
llamaba, no podía quedarse un momento quieto, hacía preguntas, todo lo tocaba y
lo revolvía… En fin, era muy curioso y muy atrevido;
Pero también era un erizo alegre y muy optimista por
naturaleza.
En cuanto salió de la tripa de mamá, que desde
luego estaba caliente, pero era estrecha, Beltrán estiró sus encogidas patas y
suspiró con alivio:
-¡Por fin! No
aguantaba más.
Después se movió de un lado hacia otro, y, como no tropezó
con ningún hermano, exclamó encantado:
-¡Cuánto sitio
libre! ¡Qué comodidad!...
La señora Erizo rió y le dio un beso en la punta de la
tierna y puntiaguda varicilla.
-¿Eres tú, mama?
–preguntó Beltrán.
-Claro que soy yo –
respondió la señora Erizo, y le dio otro beso.
Beltrán se lo
devolvió. Luego la señora Erizo les hizo cariños a sus otros dos hijos, y
Beltrán aprovechó para asomarse a la puerta de su casa.
Los arbustos ya
estaban florecidos y al pequeño erizo le encantó el olor:
-¡Oooh! ¡Qué bien
huele!...-exclamó con voz de felicidad, y en seguida comenzó a marchar.
-Pero ¿adónde vas,
mi pequeño atolondrado? – preguntó la señora Erizo.
- A dar una vuelta.
-Ni hablar! Los
erizos no salen de casa hasta que crecen.
-¡Ooh, no!... ¡Qué
desilusión! – protestó Beltrán, y en seguida preguntó:
-¿Cuánto falta para
que yo crezca?
-Exactamente tres
semanas.
-¿Qué es una
semana?
-Exactamente siete
días.
-¿Y qué es un día?
-Exactamente
veinticuatro horas.
-¿Y qué es una
hora?
-Una hora no es
mucho tiempo – dijo la señora Erizo antes de que Beltrán hiciera otra
pregunta-. Si quieres crecer muy deprisa, lo mejor será comer bien – añadió
luego.
- ¿Qué es comer?...
-¡Por favor!,
Beltrán, anda, no preguntes más… -exclamó la señora Erizo.
El pequeño erizo
bajó la cabeza y avergonzado susurró:
-Pregunto porque no
sé nada y quiero aprender.
La señora Erizo
pensó unos momentos, sonrió y dijo a Beltrán:
-Atiende, cariño, y
empieza a aprender, que en este momento te empiezo a enseñar. También a
vosotros –les dijo a sus otros hijos-. A ver, esto que os doy son besos. Un
beso, dos besos, tres besos…
-¡Besos! –repitió Beltrán y luego añadió-:Me encantan los besos.
-Cuando se dan besos de corazón, se dice que sientes cariño.
Beltrán
daba besos de corazón, por eso en seguida comprendió lo que era querer.
Aquel mismo día aprendió muchas cosas más.
Aprendió lo
que era comer: mamá se tumbó y…¡qué rica estaba la leche que tenía en su
cuerpo!
Aprendió a
jugar con sus dos hermanos.
Aprendió a
escuchar la voz de los pájaros y la voz del viento…
¡Todo le
encantó! Al atardecer, la señora Erizo dijo:
-¡Chicos, a
dormir! Que el sueño se acerca con pasos ligeros…
-¿Y qué es el
sueño? –preguntó Beltrán.
-Lo sabrás muy
pronto, cuando el sueño llega todo el mundo lo sabe –respondió mamá Erizo.
Beltrán lo
supo al momento.
-¡Auuug!
¡Auug! ¡Aug! –bostezó tres veces, y en seguida supo que su cuerpo quería
descansar.
Fue a echarse
cerca de su madre y de sus hermanos, y el sueño comenzó a llegar dulce y
suavemente.
Antes de
dormirse, el pequeño erizo susurró feliz:
-También el
sueño me encanta!...¡Qué contento estoy de haber nacido!