Suplemento de Educación Infantil "La Tiza" 18-04-2012
Diario Información de Alicante
LAS BAYAS DEL TEJO
El mismo día que el cielo descargaba una gran tormenta
sobre el bosque, nació Red; un pequeño zorro rojo que fue conociendo el olor a
lluvia y a primavera desde su madriguera excavada entre las rocas. A su lado,
otro cuerpo se movía; era el de Moon, una preciosa hembra del mismo color.
Justo a los nueve días, cuando el sol intentaba abrirse paso entre las
grisáceas nubes, ambos salieron del cubil y pisaron tierra por vez primera. Y fue a partir de entonces cuando su madre les fue
enseñando poco a poco donde vivían.
Les mostró el
extenso robledal salpicado de fresnos y avellanos. También supieron de esos
pequeños cuerpecillos con forma de sombrero que crecían en la humedad que
proporcionaba la sombra de los árboles, y se llamaban setas; y les reveló el
nombre y las costumbres de todos los animales que como ellos habitaban aquella
gran extensión de plantas, de troncos leñosos, matas y corrientes de aguas,
llamada: bosque.
Finalmente,
conocieron a muchos amigos como Rufo, un búho de grandes y anaranjados ojos,
que solo cazaba por las noches. Otilia, una preciosa nutria que siempre estaba
junto a los múltiples cursos de agua que había en el bosque; o Bear, un oso con
fuertes garras y poderosos colmillos, cuya maestría para sacar pescado del río
hasta la orilla y de un zarpazo, era conocida por todos.
Los dos zorros
pronto aprendieron a cazar y a entender sobre frutos y bayas silvestres.
También a ser astutos, ágiles y, además, a comprobar su excelente vista,
finísimo olfato y agudo oído.
Mientras, los
días en el bosque eran cada vez más cortos y el viento que agitaba los árboles,
más frío. El verano estaba agonizando, pero aquella noche de septiembre no fue
como las demás noches.
Los pequeños
zorros esperaban a su madre que, como siempre, venía de cazar bajo la luz
brillante de la luna. Solo que esta vez, su tardanza duraba más que de
costumbre, por lo que decidieron salir a su encuentro. Cuando los primeros
relámpagos aparecieron iluminando el firmamento, cada uno de ellos tomó un
camino diferente para buscarla.
Rufo, al ver la
escena, siguió a Red, sin ser visto.
—¡Madre!..., ¡Madre!... ¿Dónde estás? —repetía, mientras corría de un lado a otro.
De repente, unos cartuchos de pólvora y sangre fresca por el suelo,
hicieron presagiar lo peor. El joven
zorro acercó su hocico al fluido de color escarlata y presintió que su madre
estaba muerta. Un dolor intenso, desconocido hasta entonces, le partió el corazón en mil pedazos. Buscó su cuerpo por todos los
lados y no lo encontró. Así que, Red, empapado de
lluvia y de tristeza, gritó su sufrimiento por todo el bosque.
Rufo, con los
ojos llenos de lágrimas, supo que de nuevo la codiciada piel de los zorros
había sido el motivo para que el hombre usara esa máquina infernal contra
ellos, y prometió allí mismo cuidar siempre de los pequeños.
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Tomado del libro:
Cuentos de nube y miel
Autor del relato: Mª Ángeles Salas
Ilustrador: Pilar Limiñana
Editorial: ECU
Colección: Piñata
Autor del relato: Mª Ángeles Salas
Ilustrador: Pilar Limiñana
Editorial: ECU
Colección: Piñata
Actividades:
- Cuando Red y Moon pisaron tierra por vez primera, ¿qué les enseñó su madre?
- ¿Por qué aquella noche de septiembre no fue igual que las demás?
- Después de leer el final de este cuento, te animamos a que hagas otro diferente y esperanzador, junto con una ilustración original.
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