En la cima de una siniestra colina, rodeado de cipreses, se encuentra el castillo de las Siete Sombras. Es un edificio cuya silueta se puede observar en las noches de luna llena desde todos los rincones del valle que lo rodea.
En el castillo viven seres fantasmagóricos: el fantasma Baldomero, el Jinete Sin Cabeza, La Momia, Drácula, Frankestein y el Hombre Lobo.
El fantasma Baldomero es el más viejo y el más responsable de todos. Se encarga de custodiar el tenebroso castillo. Cuentan que, al llegar la medianoche, arrastra sus cadenas y aúlla de firma estremecedora por los corredores.
Baldomero hace su trabajo con mucho interés, porque es un fantasma profesional, pero está un poco aburrido de que nadie visite el castillo. Hace tiempo que ningún mortal se ha atrevido a poner los pies en los alrededores.
Los habitantes del castillo desean recibir visitantes, así que deciden poner un anuncio en el periódico que dice así:
GRAN OFERTA TURÍSTICA
Castillo del siglo XV con fantasmas,
espectros, trasgos y espíritus tradicionales
acoge turistas todo el año. Habitación
y desayuno gratis para los mil primeros visitantes.
Dirección: Castillo de las Siete Sombras
Colina de los Espectros, 7
Teléfono: 7. 77.77.77
Los días pasan y no llega ningún turista al castillo. Sus fantasmagóricos habitantes piensan que nadie ha leído el anuncio y pasean inquietos por los oscuros salones. Necesitan con urgencia que algún humano se ponga a su alcance para dejarlo tieso del susto.
Una noche de terrible tormenta, Juana Sinsusto, que es la prima de Juan Sinmiedo, llega a la región conduciendo su moto a toda velocidad. Está empapada por la lluvia y va cargada con su ordenador portátil y su mochila.
Es una chica cuyo trabajo consiste en inventar juegos para vídeo-consolas. Aunque es bastante flacucha, está en plena forma porque practica kárate todos los días. También le gustan mucho las aventuras, por eso los fines de semana se dedica a explorar parajes insólitos en su motocicleta. La muchacha está preparando un nuevo y espeluznante juego de ordenador y, al leer el anuncio, decide visitar el castillo para inspirarse.
Juana llama a la puerta de la lúgubre fortaleza, pero nadie sale a recibirla; entonces decide entrar sin más.
La puerta produce un chirrido horrible al abrirse. Juana avanza y su cara se llena de telarañas. La oscuridad es total; menos mal que siempre tiene a mano su linterna.
- ¡Vaya hotel más descuidado! -protesta-. Por lo menos podrían engrasar las bisagras y quitar las telarañas.
Camina por el tenebroso vestíbulo buscando al recepcionista o al botones, pero no encuentra a nadie.
Entonces, decide subir y acostarse en la primera cama que esté libre porque está muerta de sueño.
Entra en una habitación que tiene aún más telarañas que el vestíbulo. En las paredes cuelgan viejos y ajados tapices raídos y cubiertos de polvo.
“¡Mucho castillo y mucha gaita, y todo está hecho un asco! –piensa la muchacha-. La decoración es una birria y la limpieza deja mucho que desear. Como las cosas no mejoren, pediré el libro de reclamaciones.”
Refunfuñando, Juana se pone su pijama de conejitos y unas zapatillas a juego. Luego, saca el cepillo de dientes de su bolsa de aseo, pero no encuentra un grifo en todo el dormitorio.
“¡Vaya porquería de hotel! -piensa-. No me extraña que regalen la habitación y el desayuno. ¡Como toso sea tan horrible…!”
Mientras tanto, el fantasma Baldomero está nerviosísimo. Ha visto llegar a Juana y se frota los picos de la sábana pensando que, por fin, tendrá la oportunidad de pegarle un susto de muerte a alguien; aunque no le hace mucha gracia que sea una chica tan delgaducha; habría sido mucho más divertido asustar a un luchador de sumo, por ejemplo. ¡Esos sí que son tipos duros!
Baldomero va a despertar a los demás inquilinos del castillo que duermen plácidamente en la torre: El Jinete Sin Cabeza, la Momia, Drácula, Fankestein y el Hombre Lobo.
Los monstruos preparan emocionados la horripilante noche que van a ofrecer a Juana.
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