viernes, 4 de diciembre de 2009

Lectura de "La maldición de la casa" de Cristina Poveda Peiró

Lectura de las obras premiadas en el XIV Concurso Literario Provincial Grupo Leo - Editorial AguaClara 2009.
Cuento: "La maldición de la casa"
Autores: Cristina Poveda Peiró
Curso: Cuarto E.S.O. IES Paco Mollá - Petrer
© Los Autores. Todos los derechos reservados
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La maldición de la casa
No sé cómo empezar a contar esta historia porque me da miedo recordarla, pero, bueno, ahora ya no me puede hacer ningún daño.
Nos situamos en una casa muy antigua. Según cuenta la leyenda, en esta casa fue brutalmente asesinada una familia y se dice que fue el padre quien lo hizo. Desde entonces, la casa está maldita y todo aquel que entra no sale con vida. Antes de seguir, me presento: me llamo Elvira y tengo veintitrés años.
Todo comenzó cuando mi amiga Laura y yo decidimos marcharnos de la ciudad y comprarnos una casa en un pueblecito. Nos mudamos una semana después, por que no podíamos esperar más. Habíamos hecho la mayor inversión de nuestras vidas. El día dos de abril llegamos a nuestra casa después de un largo viaje de cinco horas. Estábamos exhaustas. Lo primero que hice fue probar mi cama, y Laura deshizo la maleta y arregló su habitación.
Los primeros días fueron geniales. Se pasaron volando, entre buscar trabajo -por cierto, encontré una vacante como enfermera- y comprar algunos muebles para la casa. Laura, no encontró trabajo. Estaba en paro hacía más de cuatro meses y no tuvo suerte.
Empecé a trabajar el día siete de abril y fue un día muy normal hasta que llegué a mi casa. Me extrañó que Laura no estuviese, pero, al fin y al cabo, ella siempre era muy imprevisible. No tenía nada que hacer, así que fui al salón a ver la tele, hasta que escuché un ruido que venía del desván. Subí y no había nada. Me quedé pensativa y luego bajé de nuevo al salón. Se había hecho muy tarde, así que me fui a dormir y estuve dándole vueltas a por qué Laura se había ido sin dejar una nota.
A la mañana siguiente no fui a trabajar. Me dolía mucho la cabeza. Escuché otra vez esos ruidos, pero esta vez venían de otro lugar. Salí al jardín para despejarme y la vecina de enfrente, al verme se escondió. Curiosamente, por la tarde vino a mi casa. Me dijo que tenía que irme o que, si no, me pasaría algo muy malo. Al principio no le hice caso. En el pueblo la conocían como "la loca", pero esa misma noche volví a escuchar pasos, crujidos y la puerta de mi habitación se cerró de golpe. Cerré los ojos y me tapé los oídos. Cuando los volví a abrir la puerta de mi habitación estaba abierta y ya no se oía nada.
Ya ni iba a trabajar, ni me comunicaba con nadie. Estaba sola, pensando en la casa. Todas las noches pasaba algo extraño. Ya no podía más. Fui a la casa de la anciana y me contó que años atrás en la casa vivía una familia, hasta que un día el padre acabó con la vida de todos. Luego me contó que en la casa, cuando estaba vacía, se oían ruidos y se encendían y apagaban las luces. Me fui a mi casa pensando en todo lo que me había dicho la anciana.
Al día siguiente llegó Laura, me encontró sentada en un rincón, hablando sola. Al principio se asustó, pero luego me llamó y reaccioné como siempre. Me contó que había ido unos días a la ciudad a recoger unas cosas, pero que ahora ya estaba aquí.
Mi estado era diferente, por no decir desagradable. Estaba mucho más delgada y con ojeras. Por las noches no dormía. Me dedicaba a dar vueltas.
Una de esas noches oí una voz que me decía que matara a Laura. Bajé a la cocina y cogí un cuchillo. Ésa no era yo. Me di cuenta de lo que iba a hacer y entonces acabé con mi vida. Laura bajó corriendo y, al verme tirada en el suelo, se echó sobre mí, llorando.
Al día siguiente hizo las maletas y se fue. No quería seguir viviendo allí. Cuando montó en el taxi que pidió para ir a la ciudad, se giró para mirar la casa. Parecía que alguien se había asomado por la ventana, pero no era más que un acto reflejo.
Ahora lo entiendo todo. La casa me volvió loca y desde entonces mi alma está prisionera a la espera de que alguien vuelva a habitarla.

© Cristina Poveda Peiró

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