lunes, 10 de junio de 2024

El libro del mes de junio: "Veintisiete abuelos son demasiados"


Reseña:
Álex ha suspendido inglés, por esa razón su madre se enfada y le pone un castigo: pasar el verano en casa de sus abuelos en el pueblo. Marcharán madre e hijo para allá. El niño descubrirá, día a día, que todos los abuelos del pueblo ¡27! lo necesitan y tendrá que ayudarlos. Como siga así, no tendrá tiempo de estudiar el inglés y, lo que es peor ¡volverá a suspender! Además, nota que está solo, no hay niños en el pueblo ¿dónde se habrán metido? Misterio, humor, ternura e ingenuidad se unirán en la narración. Una obra que fue reconocida con el XXXII Premio de narrativa Infantil Vila d’Ibi en 2013.
Y también podéis descargaros el Proyecto para profesores que ha preparado la Editorial Anaya.
Edad recomendada: A partir de 8 años

La autora:

Raquel López Cascales, nació en el año 1968. Creció entre cuentos, punto de cruz y arroz con leche, todo casero y de la mano de su madre (unas cosas le gustaban más que otras). Estudió TASOC en Alicante y un montón de cosas interesantes de las que no te dan diploma y no terminas nunca. Desde el año 1991 su oficio es el de contar historias.

Y podrás preguntarle: ¿por qué cuentas cuentos? Y ella podría buscar respuestas académicas, económicas e incluso filosóficas, pero te contestaría que, porque le gusta, que no es poco.

Ha contado en plazas, bibliotecas, teatros, colegios, capillas, desiertos, islas y montañas, con micrófono y a viva voz, de día y de noche, ante cientos de personas y en petit comité.

Ha impartido numerosos cursos y conferencias a padres, educadores, maestros y alumnos por toda España para conversar, aprender, imaginar, filosofar, experimentar y, sobre todo, rumiar cuentos.

Es autora del libro de relatos para adultos Amantes amados (2013) y del libro infantil Veintisiete abuelos son demasiados (2014) por el que recibió el XXXII Premio de Narrativa Vila d’Ibi.

El ilustrador:


Agustín Comotto (Buenos Aires, 1968). Aprendió a dibujar cómics de la mano de Alberto Breccia y Leopoldo Durañona, publicando para diversos medios en Argentina y en Estados Unidos. Desde los 90 se dedica exclusivamente al campo de la ilustración como ilustrador y autor. Tiene libros publicados en México, Venezuela, Argentina, España, Corea e Italia. En el 2000 recibe el premio «A la orilla del Viento» de la editorial Fondo de Cultura Económica y en el 2001 la mención White Raven por el álbum Siete millones de Escarabajos del cual es autor e ilustrador. Desde el año 1999 vive en Corbera de Llobregat, pueblo cerca de Barcelona.

VEINTISIETE ABUELOS SON DEMASIADOS

El día que me entregaron las notas de clase fue el peor día de mi vida.

Mi madre se quedó con la boca abierta, se puso seria, muy seria, y me lanzó una zapatilla volando. Menos mal que tiene muy mala puntería y nunca atina, pero al ir a recogerla estiró el dedo índice de la mano derecha, creció hasta llegar al techo, yo me hice pequeño, y gritó:
-¡Te la has cargado, Alex! Este verano, del pueblo no sales. Te quedarás en casa estudiando inglés.
-Mami, ¿estás segura de lo que dices? –le pregunté con un hilo de voz y los ojos melosos.
-Segurísima, y vete ahora mismo a tu habitación.
Obedecí sin rechistar, me fui a mi cuarto, cerré la puerta, me tumbé en la cama y miré al techo.
Ese día se convirtió en el mejor día de mi vida y, además, era el comienzo del verano.
Tengo un pueblo. Un pueblo pequeño de esos que no salen en los mapas. Es famoso por el calor y los albaricoques. También tengo un montón de casas allí: la de mi abuela, la de mi bisabuela y la de mi tía Lola.
Tardamos una hora y diecisiete minutos en llegar. Siempre. Creo que el coche de mi madre tiene un cronómetro en vez de un cuentakilómetros, porque nunca se adelanta ni se atrasa.
Soy un suertudo, me dice Víctor, que no tiene pueblo.
Víctor es mi segundo mejor amigo. Cada vez que llegan las vacaciones, él se tiene que quedar en Alicante y es un fastidio. Ya sé que aquí tenemos playa, pero no va todos los días y, además, vive en el sexto piso de un edificio. En cambio, en el pueblo puedo estar en la calle cada vez que quiero y tiene la puerta abierta todo el día.
Pero yo estaba castigado.
El primer día de vacaciones fue de lo más tranquilo. Elegí los patines para ir al horno a comprar unos panecillos. Al regresar, mi abuela me había troceado unos melocotones chatos, los que más me gustan. También dos tostadas con mantequilla y un vaso de leche fresquita. ¡Esto sí que es vida!
Después, cogí mis monstruos espaciales y estaba a punto de empezar una batalla estelar, cuando mi madre puso sobre la mesa el libro de inglés. ¡Qué lata!
Repasé los números, los colores, las cosas que hay en la escuela, escuché el CD y escribí frases con “I can…”. Creo que eso ya lo había estudiado, pero, la verdad, no me acordaba de casi nada. En fin…
Cuando la guardiana de mi madre se despistó, monté en la bici y me fui a la piscina. Al llegar, miré a la socorrista, miré el agua y grité lo único que sé decir de carrerilla en inglés:
-I can´t believe it!
La piscina grande estaba vacía y toda para mí solito. He de deciros que disfruté de lo lindo. Era como estar en una piscina privada.
Un buen rato después, tuve hambre y regresé a mi casa por el camino largo, que era más peligroso que el corto, pero más emocionante.Subí la última cuesta, que llega hasta mi casa, giré a la izquierda, frené en seco y dije otra vez.
-I can´t believe it
En mi calle había una cola enorme, larguísima de abuelos y abuelas, que guardaban turno en la puerta de mi casa.
¿Para qué se habrían reunido en casa? Mi abuela hace muy bueno el arroz con leche, pero no cocina para tantos. Las torrijas se acabaron ayer y paparajotes hay en cualquier casa.
¿Qué querrían? Menudo misterio.
Todos estaban en hilera esperando para hablar con mi madre, y cuando se marchaban estaban la mar de contentos.
Empecé a contarlos: uno, dos tres, cuatro... catorce, quince, dieciséis… veinticinco, veintiséis y veintisiete.
Veintisiete abuelos, uno detrás de otro en el portal de mi casa… Y mi abuela, a la sombra, sin dejar de hacer ganchillo.
¡Qué cosas más raras pasan en los pueblos!

Extraído de: Veintisieteabuelos son demasiados
Autora: Raquel López
Ilustración: Agustín Comotto
Editorial Anaya
. Colección El Duende Verde


ACTIVIDADES:

1.- ¿Quién de vosotros pasa las vacaciones o parte de ellas en el pueblo de sus abuelos? ¿Cómo se llama y dónde está? ¿Es pequeño como el de Alex o es grande? ¿Qué es lo que más te gusta del pueblo y por qué? ¿Y lo que menos?
2.- Seguro que estas vacaciones vivirás momentos súper divertidos y quizás también interesantes aventuras. Escríbelas y manda la que más te guste junto con un dibujo a:

grupoleoalicante@gmail.com

No olvides poner tu nombre y apellidos, curso y colegio. Podría ser publicado en nuestro BLOG y en el suplemento La Tiza del Periódico Información.


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