viernes, 13 de enero de 2012

Leo Leo que me animo a leer: La historia de Guillermo Tell

Artículo visto en:
Suplemento de Educación Infantil "La Tiza" 11-01-2012
Diario Información de Alicante


                        
Guillermo  Tell

Tell tensó la cuerda de la ballesta. Cogió una flecha de su carcaj de cuero y se guardó otra en el bolsillo delantero de  su camisa. Con el codo apoyado sobre la rodilla, sostuvo con firmeza su arma y apretó la culata contra el hombro. Ladeó la cabeza para ver mejor, no era fácil apuntar con certeza hacia su objetivo; la flecha se dirigiría directamente hacia  el tilo, hacia su hijo, y ¡ay, lo que habría dado con tal de poder abrazar una vez más a ese pillastre!
Gessler se había apeado del caballo. Avanzó un par de pasos, más tieso que un palo. Seguramente le dolía el trasero. Había estrenado una nueva silla de montar y hasta que se acostumbrase…
Aunque yo sabía   que Tell dispararía su ballesta y daría en el blanco, estaba impaciente por oírselo contar al abuelo.
_ ¿Y entonces?_ pregunté.
_¿Entonces? Tell puso cara de … _me dijo el abuelo pensativo_, de no sé. En su interior, el silencio era sepulcral, hasta que, de pronto, todo eran voces y gritos, pues tenía miedo, y también sentía una furia… _continuó el abuelo, lanzando un gruñido_, una furia fría y dura como el hielo. Pero al final, cargó de nuevo su arma, apuntó y … volvió a bajar la ballesta.
_¿Pero por qué? _ grité.
Dos perros  retozaban delante del tilo; se perseguían el uno al otro y jugaban a morderse.
El hilo de la narración se había interrumpido. El abuelo se encogió de hombros y esbozó una pícara sonrisa.
A mí, como dice la abuela se me puso cara de vinagre. Pero al mismo tiempo no pude contener la risa. Después, por fin:
_Ahuyentaron a los perros y cogieron a los niños de la mano con fuerza. Y mientras se invocaba a todos los santos habidos y por haber, sin previo aviso, ¡fiung! _el abuelo imitó el sonido metálico de la ballesta al destensarse y suspiró aliviado.
_¿Acertó?
_Y vaya si acertó. De lleno. La flecha quedó  clavada en el tronco del tilo a medio palmo de la cabeza de Walter. La manzana…
_Reventó _grité_. ¡Paf! se hizo puré: ¡puré de manzana!
El abuelo retomó el relato.
_La plebe gritaba entusiasmada como en un partido de fútbol. Y Walter resplandecía de alegría. Corrió hacia su padre, que aún estaba de rodillas, y éste abrazó las piernas  de su hijo y las apretó contra el mismo hombro que había sostenido la ballesta.
_De tal palo tal astilla, ¡serán diablos! _murmuró Marta, enternecida.
Incluso al cara de queso se le humedecieron los ojos. El jorobado no rompió filas, se mantuvo firme. Aquel era un gran momento, de eso se dio cuenta. Y él lo había presenciado. Podría contarlo en su casa del valle sombrío, ¡en primerísima persona!
Gessler en lo primero que pensó fue en el serio peligro que suponía una persona que disparaba tan bien. Y en medio de aquella muchedumbre hostil, doble peligro, si cabe.
Su escudero,  con las bridas del semental negro en la mano _en su ausencia, era en encargado de cuidar de su montura_, lo ayudó a montarse de nuevo. Enseguida se impuso el silencio a su alrededor. Desde su posición privilegiada, el Mala Lengua se inclinó ligeramente sobre el  barbudo cazador:
_Magistral _dijo_. Te felicito.
Tell se limpió de un manotazo dos lagrimones que corrían por su rostro.
Gessler alzó la vista. Tensó las riendas. La multitud suspiró con alivio. Pero, entonces, el noble miró por encima de su hombro, como si acabara de acordarse de algo muy importante.
_Por cierto _dijo, dirigiéndose a Tell_, te guardaste una segunda flecha en el bolsillo de tu camisa. ¿Para qué, si puede saberse?
_¡Ah, eso! _bramó Tell con su vozarrón, mientras la volvía a sacar y la mostraba.
_Esa era por si acaso _aclaró Walter.
_¿Por si acaso qué? , si no es mucha molestia _quiso saber el señor feudal.
El chico miró a su padre.
_Esto…Para un caso de emergencia _balbuceó Tell turbado.
_Quiero oir la verdad _ordenó el Mala Lengua_ sea cual fuere, te doy mi palabra de que no te costará la vida. ¿Qué hubiera pasado si no hubieras acertado a dar en la manz…?
_Exacto _confirmó Tell, antes de que el señor feudal terminara de formular su pregunta_. En ese caso, esa segunda flecha os habría atravesado el corazón.
_Y acertar _gritó Walter_, bien sabe Dios que para mi padre, no tendría nada de mérito.
_Pero sí de buena obra _se oyó gritar a alguien.
Gessler se dio la vuelta con brusquedad, pero se dominó y reprimió la cólera que le embargaba, después, muy despacio, se giró de nuevo hacia Tell:
_Te perdono la vida, tal y como prometí. En cuanto a cómo y dónde vivirás, creo no haber dicho todavía ni media palabra, ¿verd…?
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Tomado de:


Autor: Jürg Schubiger 
Ilustraciones: Pablo Auladell (Alicante)

Recomendado: + 8 años
Editorial: Oxford - El árbol de la lectura
ACTIVIDADES:
  1. ¿Por qué se guarda Guillermo Tell una segunda flecha en el bolsillo?
  2. Escribe un resumen de la historia de Guillermo Tell que se narra en este texto.
  3. ¿Quién es el ilustrador de este libro? ¿De dónde es? ¿Qué otros libros ha ilustrado?
  4. Escribe una historia  situada en nuestros días cuyo protagonista sea Guillermo Tell.
  5. Ilustra tu historia y envíala al Concurso del Grupo Leo:
Grupo Leo
Apartado 3008
03080 Alicante


También puedes enviarlo por E-mail: grupoleoalicante@gmail.com
Escribe tu nombre y apellidos, curso, centro educativo y teléfono o e-mail de contacto.

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