Reseña:
Columbeta, la isla libro ya se publicó
por primera vez en 1999 en un formato de gran tamaño. Esta nueva edición, en un
tamaño más convencional, sigue manteniendo la magia del texto y el esplendor de
las maravillosas ilustraciones del gran maestro Miguel Calatayud. Este es un
libro fabuloso que invita a los lectores a jugar, a imaginar otros mundos, a
inventar palabras y a fantasear.
Columbeta, la isla libro es un
magnífico pretexto para convertir el aula en una caja mágica, llenarla de
palabras y jugar con ellas, y sobre todo, convertir la lectura en un auténtico
placer.
A
partir de 8 años
El autor:
Carles Cano nació en Valencia, en 1957. Licenciado en Filología
Valenciana, ha trabajado de carpintero, tallista, camarero, profesor de baile,
locutor y guionista de radio y televisión y profesor de instituto. ¡Y todavía
hay muchas cosas que le gustaría hacer! Ha viajado un poco, ha leído bastante,
ha publicado algunos libros y, sobre todo, ha contado muchos cuentos. Con «Te
pillé Caperucita» ha ganado varios premios nacionales: Lazarillo 1994, Lista de
Honor de la CCEI 1996, Samaruc 1996, y el internacional Mirlo Blanco de la
Internacionale Jugend Bibliothek de Munich 1996.
El ilustrador:
Miguel Calatayud es un ilustrador alicantino, de Aspe. Licenciado en
Bellas Artes comenzó su carrera trabajando para las revistas Trinca, Cairo o
Rumbo Sur, para centrar su trabajo en la ilustración de libros. Ha sido
galardonado, entre otros, con el Premio Lazarillo de Ilustración, el premio
Nacional de Ilustración, el Premio CCEI de ilustración…
Está muy satisfecho con esta reciente
edición porque piensa que este formato juega a favor de una mejor relación
entre ilustraciones y texto, ya que el campo de lectura e imagen se reduce y
facilita la doble propuesta.
Sorprendentes y espectaculares las
ilustraciones de Miguel Calatayud, la magia se destila entre formas y colores y
nos sumergen en un mundo de ensueño.
LOS ANIMALES DE LA ISLA COLUMBRETA
El profesor Lambert Palmart, un inventor
de palabras, ha descubierto una tan maravillosa que lo ha transportado hasta el
mar de las Islas Perdidas. Desde allí envía noticias de una de sus islas: Columbreta,
la isla libro. Columbreta está habitada por animales tan gramáticamente
fantásticos, tan extrañamente ortográficos, que parecen sacados de un libro de
Matemáticas.
EL ELEFGANTE
He aquí al
animal más educado de la isla. A veces resulta pesado de tan finolis. Todo lo
pide por favor y nunca se enfada por nada. Además, viste tan elegantemente que
despierta ¡ohs! Y ¡bravos! Y ¡¡¡!!!(admiraciones a secas) en todo el MIP, el
mar de las Islas perdidas.
Es por todo
esto, las finas maneras, el trato exquisito y el hecho de ser el más
presentable, por lo que lo nombraron embajador permanente en la isla, cargo que
evidentemente, todavía ocupa. En un principio eso planteó graves problemas,
porque los elefgantes, además de no saber nadar y de que la ropa se les encoge,
le tienen un miedo horrible al agua. Así, para las visitas diplomáticas,
tuvieron que construir un barco enorme en forma de gallo y de león, el galleón,
y confeccionarle unos flotadores exclusivos de diseño italiano para conseguir
que embarcara.
Ni que decir
tiene que es un diplomático excelente y, como ejemplo, entre otras muchas
cosas, ha conseguidos que la isla de los Volcanes, o Escupidora, desvíe unos
cuantos grados su ángulo de tiro, ya que era verdaderamente fastidioso ir
esquivando pedruscos todo el día.
En las horas
libres atiende su Academia de Buenas Maneras, donde lo mismo explica <<reverencias,
inclinaciones y saludos>> como <<101 maneras de dar una reprimenda
con gracia>>.
EL
GATONCILLO
Este híbrido, que
podría pensarse fruto de extraños amores, tiene una doble personalidad muy
acusada, por cuya causa pocas veces se pone de acuerdo consigo mismo. Vive en
una perpetua esquizofrenia y no es nada raro que tenga ataques de pánico o de
ira en compañía de otros gatoncillos; por eso son bastantes solitarios y poco
amantes de las relaciones sociales. A pesar de todo, ha conseguido sintetizar y
acordar algunos puntos de su contradictoria naturaleza y, así, por ejemplo, se
vuelve loco por los bocadillos de sardinas y queso y, últimamente, por las
películas de Tom y Jerry, según cómo tenga el día, es partidario de uno o de
otro.
Es bastante
perezoso y juguetón, le gustan los tejados, los agujeros y los sitios
escondidos y odia los días de sol en que acaba extenuado persiguiendo su
sombra.
Son zorrunos o
amables y, o mienten siempre, o siempre dicen la verdad. Por eso son una
magnífica fuente de información: solo hay que saber primero si aquel gatoncillo
es de los mentirosos o de los que dicen la verdad, cosa que no es muy difícil
si se encuentra la pregunta adecuada.
EL
CACADRILO
Esta aromática
fiera es considerada la eremita de la isla por su comportamiento meditabundo y
solitario. Los cacadrilos no son malos chicos, pero nunca consiguen hacer
amigos.
Antiguamente
eran carnívoros, pero, a causa del fuerte olor que despiden, anunciaban su
presencia a una hora de camino, y sus hipotéticas víctimas, después de tomarse
el café, la copa y fumarse el último cigarrillo, huían tan tranquilas. Al
llegar cautelosamente y comprobar que no quedaba nadie, cogían unos sofocones
de padre y muy señor mío y unas llantinas que se oían en toda la isla; por eso
siguen llevando la lagrimita en el ojo. Contra lo que podría pensarse, de sus
lágrimas se hace un agua de colonia excelente. A pesar de eso, la frase
<<hueles a cacadrilo>>, incluso dicha con la mejor intención,
muchas veces provoca confusiones y peleas de diversa consideración.
Estuvieron a
punto de extinguirse, por la escasa o nula alimentación y porque no se reproducían,
ya que ni ellos mismos soportaban el olor de sus semejantes. La primera
cuestión la subsanaron al descubrir que la carne de col, de zanahoria o de
rábano, mirada con buenos ojos, tampoco estaba tan mal. Por lo que respecta al
segundo punto, alguien descubrió que con unos buenos tapones en las narices
podían tener descendencia como los otros animales de la isla.
EL
TIBUZÓN
Como siempre
andaba de un lado para otro sin poder parar y sin poder concentrarse en nada,
el emperador le asignó la tarea de ser el cartero
del fondo del mar.Su boca les
sirve de buzón y de saca para distribuir las cartas. Hay que ir con cuidado
cuando se echa una carta porque te puedes quedar sin mano o sin aleta; por eso
es mejor llevarles un poco de carnaza y, cuando están masticando, introducir
disimuladamente la carta por la otra parte de la boca.
Son muy
curiosos y una fuente fiable de cotilleos, ya que a veces abren las cartas y,
según les gusten o no, las entregan o se las comen. Tienen un olfato excelente
y son capaces de oler las noticias tristes, las alegres y las cartas de amor.
Así, según lo veas llegar, puedes deducir de antemano de quien o de qué es la
carta que recibes.
Son
desmemoriados y de vez en cuando se lían al repartir las cartas, lo que provoca
graciosos equívocos y situaciones embarazosas. Aparte de esto, son muy rápidos
y siempre llevan el correo a tiempo. Uno de ellos, especialmente eficiente, se
hace llamar Tibuzón Strogoff, el correo del emperador.
Odian la
Navidad y la gente postalera. Hay diversos tipos de tibuzón. Aparte del tibuzón
corriente, también están el tibugrama, el tiburgente, el tibufax, el tibumail y
el tibuwasap, el más moderno de todos.
Tomado de: Columbeta, la isla libro
Autor: Carles Cano
Ilustraciones de: Miguel Calatayud
Editado por: Grupo Anaya 2021
ACTIVIDADES
1.-Es bonito
inventarse palabras o mezclar sílabas de dos palabras e inventar otras. Así que
tratad de imaginaros cómo son y qué características tienen estos animales, y
dibujadlos en vuestro cuaderno:
El motoro, el
hipofante y el churrobici.
2.-Escribe un
cuento con dibujo en el que aparezca alguno de los animales de la actividad
anterior y envíalo por correo postal a:
GRUPO LEO
apartado 4042
03080 ALICANTE
o por Mail a grupoleoalicante@gmail.com.
No olvides poner
tu nombre, apellidos, curso, colegio y número de teléfono.
Podrá ser publicado
en nuestro blog.