Historias de sirenas
Después de irse el director de oficina, don Cruz, el
bibliotecario, devolvió los libros de economía a su estantería y se puso a
ordenar papeles. El ratón Cleo seguía durmiendo en su madriguera. Por unos
minutos la biblioteca recuperó la paz. Parecía un jardín tranquilo. De vez en
cuando se oía pasar una hoja o un bolígrafo subrayar. Y los estudiantes,
concentrados ante sus libros y apuntes, parecían estatuas. Nadie hubiera
pensado que a lo largo del día ese lugar había estado varias veces lleno de
ruidos, prisas y alboroto. En esto estaba pensando don Cruz cuando se abrió la
puerta y Alejandra entró en la sala de lectura.
-
¡Hola, Álex!- sonrió don Cruz-.¡Cleo! Mira quien ha
venido.
Al escuchar el nombre de la niña, Cleo salió de su escondite
corriendo, y subió de un salto a la mano de Alejandra, que, sentada en el
suelo, se la ofrecía extendida. Se levantó sobre las dos patas traseras y
saludó moviendo nervioso el hocico y la cola.
Alejandra era visitante habitual de la biblioteca. Tenía
nueve años, usaba unas bonitas gafas de montura verde y recogía su pelo negro
en dos trenzas. A su edad nunca se cansaba de preguntar y era escuchadora de
historias.
-
¡Hola, Cleo!-dijo mientras rebuscaba en su
bolsillo-.¿Quieres una galleta?
-
No sé si la aceptará, Alex. Está con la tripa revuelta.
Pero a Cleo ya se le había olvidado su dolor de barriga y
aceptó la galleta.
-
Bueno, Alex- sonrió don Cruz-, ¿Qué necesitas? ¿Algún
trabajo para el colegio?
Alejandra se levantó del suelo con Cleo en la palma de la
mano y se lo puso a don Cruz en el bolsillo de la bata. Soltó su mochila sobre
una silla, abrió la cremallera y sacó un cuaderno y tres bolígrafos: rojo, azul
y verde. Mientras colocaba todo en la mesa, respondió al bibliotecario.
-
Pues sí, estamos estudiando la vida en el mar, y en Lengua
nos han pedido que escribamos una historia sobre algún animal marino. Candela
se ha pedido los delfines, Lucio las caracolas y yo he pensado escribir sobre
las sirenas.¿Usted sabe si cuando se ríen las sirenas les salen burbujas de la
boca?
Don Cruz abrió mucho los ojos. No era la primera vez que
Alejandra planteaba un reto como aquel. Estaba acostumbrado y en más de una
ocasión tuvo que acudir a su imaginación cuando no encontraba respuesta en los
libros. Se llevó la mano a los labios y los sujetó con los dedos pulgar e
índice. La niña hablaba en serio y no quería que se le escapase ninguna
sonrisa.
-
La verdad, Alex, no tengo ni idea. Yo había oído que
cuando se ríen mucho crece la espuma de las olas, pero sin burbujas.
Alejandra arrugó un poco los labios y miró al suelo
decepcionada.
-
¡Vaya! Eso no es ninguna noticia.
-
Bueno, Alex, yo sólo he dicho que no lo sé-intentó
animarla don Cruz. Seguro que encontramos algún libro que nos aclare. Cleo que
conoce las estanterías nos ayudará a buscar.
El ratón se había terminado su galleta. Saltó del bolsillo
del bibliotecario y se escondió entre sus pies. Desde allí, movió la cabeza y
mostraba su disposición.
Alejandra lo buscaba con una galleta que se le cayó al
suelo. Cleo la cogió y se puso a roerla.
-Pero ¿qué le ha
pasado en el pie?
-¿Esto?-contestó
don Cruz-No es nada. Es solo que….
No terminó la frase. En su cabeza empezó a tomar forma una
idea. Su pie descalzo podía servir para ayudar a su joven amiga a encontrar una
historia de sirenas.
Se levantó de la silla, acarició la cabeza de la niña y
continuó hablando:
-Es solo que me
he puesto una crema para los juanetes. Está hecha de algas marinas y escamas de
algún pez raro que nunca ha visto el sol. Hay que untársela a oscuras y taparla
durante el día. Sino podía dar un buen susto….
Alejandra le escuchaba atentamente. Sus gafas se habían caído
sobre la punta de la nariz, Cleo había dejado de roer su galleta para
escucharle, Don Cruz se puso a buscar entre las estanterías del almacén.
Alejandra tardó unos segundos en seguirle y romper el silencio.
-
¿Qué clase de susto?-preguntó colocándose las gafas.
-
Bueno –respondió Cruz- no sé si será cierto, mi tía
Carlota me contó que tenía una vecina que, por no hacer caso, terminó con las
piernas llenas de escamas. Parecía una…….
-
¡Una sirena!- exclamó Alejandra.¡Qué buena historia!
¿Yo podría hablar con esa señora?
-
¡Uf!, lo veo difícil-dijo don Cruz que portaba un libro
azul en la mano-No tengo más detalles de ella. Pero con lo que te he contado,
este libro y tu imaginación seguro que puedes escribir una fantástica historia.
La niña cogió el libro y se fue hacia la mesa donde había
dejado su cuaderno y sus bolígrafos. Cleo corrió hacia ella dejando rastro de
migas de galletas por el suelo. Don Cruz se miró el pie descalzo, movió la
cabeza y sonrió mientras salía del almacén y apagaba la luz.