Reseña:
A mediados
del siglo XIX la desaparición de numerosos barcos sin una explicación clara
hace que navegar los mares ya no sea seguro. Los datos señalan a un monstruo
marino, más grande que una ballena, dotado de una gran velocidad, potencia y
que se vuelve, a veces, fosforescente.
Una expedición
que incluye al profesor Aronnax, un naturalista, a Conseil, su fiel criado, y a
Ned Land, el rey de los arponeros, saldrá a la mar a intentar desvelar el
misterio. Pero pronto serán atacados por la bestia y los sobrevivientes serán
testigos de algo que no creerían si no lo vieran con sus propios ojos.
A bordo de
la incomparable embarcación submarina del particular capitán Nemo, podrán ver
escenarios vedados a la mirada humana y los prodigios naturales que pueblan los
abismos marinos.
En Veinte
mil leguas de viaje submarino Julio Verne hace gala, una vez más, de su
capacidad para adelantarse a los desarrollos científicos y con su inacabable
imaginación y sus magníficas descripciones nos transporta a otro de sus mundos
de aventuras.
El autor:
Jules Verne nació en Nantes (Francia) el 8 de
febrero de 1828 en el seno de una familia vinculada a la jurisprudencia y falleció
en 1905 en la ciudad de Amines.
En 1847 comenzó sus estudios de Derecho en París, donde
se graduó como abogado en 1849. A pesar de los deseos de su padre, que quiso
que se dedicara a su carrera de abogacía y ante la amenaza de quitarle el
financiamiento, Verne no estaba interesado en seguir esa labor. Sin el apoyo
económico de su padre, gastaba todos sus
ahorros en libros y se pasaba largas
horas en las bibliotecas de París queriendo saberlo todo: estudia geología,
ingeniería y astronomía, conocimientos con los que más adelante documentaría
sus fantásticas aventuras y predeciría con asombrosa exactitud muchos de los
logros científicos del siglo XX. Hablaría de cohetes espaciales, submarinos,
helicópteros, aire acondicionado, misiles dirigidos e imágenes en movimiento,
mucho antes de que aparecieran estos inventos.
En 1862 publicaría su primera novela Cinco semanas en Globo,
un éxito fulminante, gracias al cual firmó un espléndido contrato con el editor
P. J. Hetzel, que le garantizaría la cantidad anual de 20.000 francos durante
los siguientes veinte años, a cambio de lo cual se obligaría a escribir dos
novelas cada año. Luego le siguieron Viaje al centro de la tierra (1864),
De
la tierra a la luna (1865) y Veinte mil leguas de viaje submarino (1870).
Célebre por sus relatos de aventuras fantásticas,
narradas siempre con un tono de verosimilitud científica, en las que describe,
con una visión casi profética, multitud de logros científicos, inventos y
descubrimientos posteriores a su época, fue considerado el precursor de un
género literario nuevo, la ciencia ficción.
Adaptador:
“¿Presentarme?, ¿yo? ¿Y qué os puedo decir? Si un día me viera por
la calle y tuviera que presentarme a mí mismo, seguramente... lo dejaría para
otra ocasión. No obstante, lo intentaré. Me considero un tipo (casi) tranquilo
que se conforma con poco. Soy muy casero, y en casa, con mi esposa, mi hija, y
mis pequeñas cosas, tengo suficiente para sentirme más que afortunado. Me gusta
controlar el tiempo y ser consciente de que no lo pierdo. (Pero no soy
infalible: una vez perdí un par de horas por casa y todavía las busco. Y el
caso es que estaban ahí mismo, justo ahí, entre el tesoro de Stevenson y el
globo de Verne. Claro que había mucho que clasificar en las estanterías, y en
un despiste... ¡Grrr!).¡Huy!, creo que estoy agotando las lineas. En
fin, en otra ocasión os hablaré de mis viajes. Como os he dicho, soy muy
casero, pero cuando salgo de casa y no es a la farmacia o a la panadería a
donde voy, fácilmente puedo acabar en un tranvía de Lisboa o en las catacumbas
de París. Por cierto, no os he hablado de la música, o del cine... ¡Me gustan
tantas cosas!”
Ha publicado en la colección de Calcetín Azul otras adaptaciones de
obras de la literatura universal como La
Iliada, La Odisea, Frankenstein, y Drácula.
BAJO LOS HIELOS
El Nautilus reemprendió el viaje con rumbo sur. Vigilando la brújula y
siguiendo la ruta en un mapa, nos dimos cuenta de que, a medida que
transcurrían los días, el rumbo continuaba inalterable. Bajábamos en picado a
través del mapa. Como ya era costumbre, salíamos a la superficie para renovar
el aire del submarino, pero en seguida continuábamos el viaje hacia el sur,
siempre hacia el sur.
El 13 de marzo ya habíamos recorrido trece mil leguas desde nuestro punto
de partida y el viaje continuaba, siempre descendiendo a través del océano
Atlántico. Las sospechas nos hicieron pensar que el capitán tenía la intención
de llegar al polo sur.
- La verdad, profesor –me dijo Ned Land-, es que no me extrañaría en
absoluto. Su admirado capitán está como una cabra. Usted no quiere creerlo,
pero es así.
Nuestras sospechas se confirmaron cuando, tres días después, dejamos
atrás el círculo polar antártico y el hielo empezó a rodearnos por todas
partes.
- Pero ¿hasta dónde querrá llegar?- me preguntaba.
- Al parecer –me dijo Conseil- hasta que ya no pueda llegar más lejos.
A medida que nos acercábamos al polo sur magnético, las agujas de las
brújulas empezaron a dar vueltas sin orden ni concierto. Navegábamos en
superficie mientras el espolón de proa del submarino se abría paso a través de
la capa de hielo con una fuerza increíble. Pero llegó un momento en el que
aquellos bloques de hielo se convirtieron en una llanura inmensa, rodeada de
montañas blancas. Solo entonces, vestidos con pieles de foca y de oso polar,
salimos a la plataforma del Nautilus para contemplar la magnífica blancura que
nos rodeaba.
-Esto es el gran banco de hielo –dijo Ned Land-. Ya no podremos avanzar
más. El banco de hielo es un muro infranqueable.
-¿Y qué habrá más allá? –pregunté.
Ned Land me miró como si no diera crédito a mi ignorancia.
- Pues más allá, profesor –dijo-, hay más hielo, y más hielo, y más
hielo.
Luego, el arponero se puso a vigilar la popa. El agua se congelaba
rápidamente. El Nautilus no tardaría en quedar atrapado. En ese momento
apareció el capitán Nemo. Ned le miró de reojo.
- Y bien, capitán –le dijo-, ¿se puede saber qué hacemos aquí? Porque…
- Por supuesto que se puede saber qué hacemos aquí –le interrumpió el
capitán-. Nos dirigimos al polo antártico, al punto en el que se cruzan todos
los meridianos del globo.
Incrédulo, Ned Land le replicó:
- Ya, lo comprendo, al polo antártico… Pero el resto del camino lo tendrá
que hacer usted a pie. Yo, por lo menos, no tengo la menor intención de…
El capitán soltó una sonora carcajada.
- Amigo Ned –le dijo-, me parece que ha olvidado usted que está a bordo
del Nautilus.
El capitán lo tenía todo previsto. El banco de hielo era infranqueable,
pero nada nos impedía continuar el viaje por debajo de los hielos. De eso se
trataba. Solo hacía falta maniobrar el submarino con la destreza suficiente
para evitar los bloques de hielo que permanecían sumergidos. Porque, si
chocábamos con cualquiera de ellos, tal vez terminaríamos sepultados para
siempre.
- Emocionante, ¿verdad, Conseil?
- Yo, lo que quiera el señor… Mientras no nos falte el aire.
Navegamos durante un día entero a distintas profundidades, buscando el
final del banco de hielo y, por lo tanto, el mar abierto, al cual llegamos la
madrugada del 19 de marzo. Cuando salimos a la plataforma, casi no nos lo
podíamos creer. Como el capitán había previsto, estábamos rodeados de un mar
cubierto de icebergs y de grandes fragmentos de hielo. Veíamos volar petreles y
albatros. En una isla montañosa cercana a nuestra posición, el capitán escogió
una de las cimas más elevadas, desde donde pudo comprobar, con la ayuda del
sol, que efectivamente, estábamos en el mismo corazón del polo sur, un corazón
poblado por ballenas, focas y morsas.
Después de esta nueva experiencia, ya me daba lo mismo hacia dónde quisiera
dirigir el capitán la proa del Nautilus. Confiaba a ciegas en él. Cuando nos
volvimos a sumergir para continuar el viaje, comprobamos que regresaríamos por
el mismo camino por el que habíamos venido, es decir, por debajo del banco de
hielo, pero con rumbo norte.
- Una buena decisión –dijo Ned Land-. Por mí, ya pueden dejar el timón
bien atado, hasta que esta lata meta sus narices en las mismas islas
británicas.
Nada hacía pensar, sin embargo, que treinta y seis horas después seríamos
víctimas de una terrible cuenta atrás.
Tomado de : Veinte mil leguas de viaje submarino
Autor: Jules Verne
Versión
de: Jesús Cortés
Dibujos
de; Enric Solbes
Colección: Calcetín Azul
Editorial: Algar
ACTIVIDADES:
1. El fragmento que acabas de leer ha sido
extraído de una novela de ciencia ficción. Busca en internet información acerca
de este tipo de novelas y averigua si alguna de ellas ha sido llevada al cine.
2. Los personajes que aparecen en el
fragmento anterior están condenados a vivir para siempre en el Nautilus, el
submarino diseñado por el capitán Nemo, porque así este lo había decidido.
¿Consideras que vale la pena renunciar a la libertad a cambio de conservar la
vida?
3. Escribe un relato cuya acción principal transcurra
dentro de un submarino y envíalo por correo postal acompañado de un dibujo y de
tu nombre, apellidos, curso, colegio y nº de teléfono particular y e-mail de
tus padres a:
Concurso literario Grupo Leo
Apartado de correos 3008
(03080 ALICANTE)
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