Reseña:
El dragón blanco y
otros personajes olvidados retoma a los personajes secundarios de los clásicos
infantiles para convertirlos en protagonistas de sus propias historias. Este
proyecto fue ganador por unanimidad del Premio Bellas Artes de Cuento Infantil
Juan de la Cabada 2015 y consta de seis cuentos cuyas historias tienen la carga
de los textos originales pero, al mismo tiempo, mantienen una vida propia que
permite que sean disfrutados aunque no se conozcan los textos de los que
parten. El Rey Mono de El maravilloso Mago de Oz, el Gato de Cheshire de Alicia
en el País de las Maravillas, el Rey Cisne de Los cisnes salvajes y otros
personajes recorren los nuevos caminos que Córdova ha trazado, sin perder su
identidad. Con apenas una novela publicada, el autor demuestra en esta obra su
gran cercanía con la literatura infantil y un estilo potente y sagaz que
atrapará a lectores de todas las edades. Las ilustraciones de Riki Blanco son
reducidas en elementos pero de gran elegancia y expresividad.
El autor:
El
ilustrador:
Riki Blanco (Barcelona 1978) trabaja desde el 2000 como
ilustrador, tanto en el ámbito editorial, como en prensa, pintura, animación,
escenografía, cartelismo y publicidad. Ha colaborado con editoriales tanto
estatales como internacionales, e ilustrado cerca de 30 libros. Entre los
premios otorgados destacan el 2º premio nacional de ilustración 2007 y la
selección White Ravens 2007. Compagina sus trabajos con la docencia, la
autoedición y proyectos creativos independientes.
Ha ilustrado
numerosos cuentos infantiles y no tan infantiles como Sopa de sueño (Kalandraka
2004), El dragón blanco y otros
personajes olvidados (Fondo de Cultura Económica, 2016), Hubo un
tiempo en el que el cielo (A buen paso, 2010), o Como pez en el agua (Thule
2007).
Es autor
completo de Miopi (2004), Cuentos pulga (Thule 2006, con el que ganó el premio
Nacional de ilustración 2007, y Deshielo (A buen paso, 2015). Además, fué uno
de los seleccionados para los White Ravens de 2006.
LA HERMOSA NIÑA DE PELO TURQUESA
A su paso, los guerreros se
convierten en árboles.
Suelo adentro, los dedos de
los pies atraviesan los cueros del calzado y se estiran sedientos, como raíces,
a las profundidades de la tierra.
Cielo arriba, los brazos se
alargan y se unen al follaje de antiguos cabellos. Las pálidas pieles van
tornándose morenas y duras. Un solo tronco son las piernas. Las costillas se
ramifican hacia la luz. Y el corazón de resina empieza a bombear una sangre
fría, transparente.
Los guerreros se miran con
horror, hombres plantados, casi árboles por completo.
Antes que el encantamiento les
ensordezca para siempre, algunos escuchan los gritos de sus compañeros en la
retaguardia. Es la niña que sigue avanzando.
A su paso, el viento hace
remolinos, se alzan los caballos, el polvo se quiebra. Los hombres no
entienden, no saben de quién defenderse, por dónde seguir. Basta que ella los
roce. Y luego, nada más.
Oyen un último crujido antes
de que una capa de corteza se extienda sobre sus orejas.
Árboles.
El hada, la Hermosa Niña de
Pelo Turquesa, sonríe. Armaduras y yelmos son por fin carcasas dignas. Serán
refugio, nido, leña, alimento.
Los hombres vivirán más de lo
que dura una guerra.
Atardece. Algunos caballos
galopan libres entre las primeras sombras que dan las hojas tiernas. Varias
espadas duermen entre la hojarasca. Lleva el viento centenares de gritos en ecos
siniestros.
Más tarde, la noche truena.
Y una tormenta baña el bosque
nuevo.
Pero no siempre fue así.
La Hermosa Niña de Pelo
Turquesa abre los ojos por primera vez. Está tendida sobre un pastizal. Escucha
un llanto, se levanta y lo encuentra. No es la hierba que llora, es un recién
nacido. Ya el rocío se secó sobre su frente y su cuerpo luce amoratado. Ella lo
arrulla, él deja de llorar. Busca la madre, al padre, la casa. Nada. No hay
nadie alrededor.
La niña es un hada, nació con
el llanto del niño, y ha de cuidarlo siempre, para que no se asome a los
abismos, para que no resbale al río, para que no coma bayas escarlata.
De pronto, una agitación entre
la hierba. La niña gira, teme. Lo sabe… tarde. Los lobos anuncian su presencia
apenas una respiración antes de lanzarse sobre sus presas. Devoran al niño y al
hada, que muere, igual que el pequeño, justo después de haber nacido.
La maleza ondea con suavidad y
en silencio.
Un hilo de viento levanta los
restos de la niña-hada y la teje otra vez con la forma de una loba. Su pelaje
es color turquesa y sus ojos, blancos. Antes de dar el primer paso, el
hada-loba olfatea la sangre del niño, lame la tierra enrojecida y hace brotar
un enebro. Luego rodea el retoño de árbol, lo arrulla con un aullido y se va.
Mientras el enebro crece y
crece, ella se interna en el bosque, sin despertar a nadie.
Una luna albina brilla en el
centro de la noche.
Durante mucho tiempo vaga el
hada como loba. No tiene una manada. No duerme.
Busca en los huecos de los
trocos, en cualquier manchón de hierba, cerca de hogueras extinguidas. Hasta
que una noche, por fin, encuentra otro niño. Es otro hijo abandonado. Está
muerto. La loba lame la piel del pequeño y al instante lo hace echar raíces.
Tarde escucha al cazador. Una
flecha la sorprende entonces, atraviesa su pelaje azul turquesa.
Junto a la loba muerta brota
un alerce.
Un hielo de viento levanta a
la loba, la desteje y la vuelve a tejer otra vez, de plumas negras y blancas, y
la corona azul turquesa. Un pájaro.
Vuela el hada convertida en
carpintero imperial
Y cuando el cazador,
arrepentido, busca al hijo que ha abandonado en el bosque, no encuentra su
cuerpo entre la hierba ni el rastro de la loba que ha flechado.
En su lugar, mira alzarse un
alerce del que ya brotan flores rosáceas y escucha el toc-toc del picoteo de un
hermoso pájaro con la corona azul turquesa.
Durante mucho tiempo vuela el
hada como carpintero imperial. No duerme. Talla con su pico rostros de niños
sobre los troncos. Mira hacia abajo al volar.
Busca.
Una mañana, todavía sin luz,
oye un quejido. Vuela rápido hacia su encuentro y descubre a una niña pelirroja
tirada en una alfombra de hojas enmohecidas. Tiene unos seis años.
La llevaron más allá del
corazón del bosque y ahí la dejaron. Caminaron mucho sus padres. Tal vez ella
les pidió que volvieran y ellos le dijeron “Solo un poco más”, y al llegar la
noche y el sueño la habrán visto quedarse dormida. Quizás hasta le habrán dado
un beso de despedida antes de abandonarla.
El hada-pájaro sabe que la
niña no aguantará una noche más. Morirá, como los otros, perseguida por alguna
bestia o por la neblina. Entonces suplica a los espíritus del aire que la
ayuden, que destejan y tejan con sus dedos de viento un encantamiento capaz de
salvarla. A cambio ella les promete buscar a los padres de la niña, vengarla.
Los espíritus aceptan. Le
proponen que ella tome el lugar de la niña y que la niña vuele con sus alas de
pájaro.
La mañana empieza a clarear.
Las bestias observan desde sus
agujeros, escondidas entre las zarzas, agazapadas tras alguna roca.
La neblina se desvanece.
Un carpintero imperial vuela
de vuelta a su árbol. El plumaje de su corona es rojo.
Una niña avanza decidida. El
viento le teje tres trenzas en su pelo color turquesa.
Autor: AdolfoCórdova
Ilustrado
por:
Riki Blanco
Editado
por:
Fondo de Cultura Económica
ACTIVIDADES
1.-¿Qué otras formas va
tomando el hada cada vez que es atacada?
2.-En varios cuentos
tradicionales aparecen niños que son abandonados por sus padres, ¿podrías citar
el título de alguno de ellos?
3.-Dibuja árboles con apariencia
humana.
4.-Sigue escribiendo esta historia y acompáñala de un
dibujo. ¿Qué ocurrirá cuando el hada llegue a casa de los padres…? Añade tu nombre, apellidos, curso, colegio y teléfono y envíala
por correo postal a:
Grupo Leo
Apartado de correos 4042
03080 Alicante
Podrá
ser publicado en nuestro blog.
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