Reseña:
Pedro
Mañas ha recibido el XV Premio Anaya de Literatura Infantil y Juvenil por esta
magnífica y sorprendente obra en la que se tratan temas como el miedo a vivir y
sus terribles consecuencias de una manera sencilla, cercana y con personajes
con los que el lector se sentirá identificado. Porque cuando nos adentramos en
el mundo del tío Muffin, de la mano de su «sobrina» Emma, inmediatamente somos
sus cómplices y nos reímos con ellos, nos enfadamos y nos sorprendemos con sus
aventuras. El humor, la fantasía y los elementos reales están perfectamente
encajados, dando verosimilitud y atrapando al lector desde el primer momento,
siempre acompañado por unas magníficas ilustraciones que enriquecen esta
maravillosa historia.
El autor:
Pedro Mañas Romero nació en Madrid en
1981. Estudió Filología Inglesa en la Universidad Autónoma de Madrid, donde en
2004 obtuvo el primer premio de Narrativa Corta con el relato Mi pez, mi pez imaginario y yo. También
en la Universidad comienza su relación con el teatro, al que ha dedicado casi
todo su tiempo, participando en montajes para niños y adultos. En 2006 funda
con otros aficionados la compañía La Cama sin Hacer, donde participa como actor
y dramaturgo. En 2007 su libro Klaus
Nowak, limpiador de alcantarillas recibe el primer premio del XXVI Concurso
de Narrativa Infantil Vila d’Ibi, y en 2012 gana el Premio Ciudad de Málaga con
Una terrible palabra de nueve letras.
Hoy en día, Pedro compagina su labor literaria con encuentros en centros
docentes y actividades de promoción de la lectura. De sus obras, los lectores y
la crítica han coincidido en destacar el humor, la originalidad y la capacidad
para hallar y recrear el lado fantástico de la vida cotidiana.
El ilustrador:
Víctor Rivas nació en Pontevedra en
1965. Se dedica profesionalmente a la ilustración, dibujo de cómic y
comunicación visual desde 1989. Desde hace algunos años trabaja también para
otros países a través de una agencia de Nueva York. Se encuentra cómodo en
entornos digitales y en cualquier estilo de dibujo, aunque prefiere los mundos
fantásticos y la estética victoriana.
UN OMBLIGO EN EL ESTOFADO
Posiblemente
has oído cientos de veces que los imanes atraen el hierro, la miel atrae a las
moscas, y los hechiceros atraen la lluvia disfrazados como fantoches.
Mr.
Montgomery Muffin atraía la porquería.
No
es broma. Mr. Muffin era algo así como un aspirador humano. Por donde quiera
que pasase, la mugre salía disparada hacia él como si tuviera misteriosas
propiedades magnéticas.
Tal
vez estés pensando que Mr. Muffin era por ello el hombre más sucio del mundo.
No. Claro que no. Absolutamente no. ¡No, no, no! Por extraño que pueda parecer,
Mr. Muffin era en realidad la persona más limpia y aseada que he conocido
jamás.
Hay
gente que cuece huevos para el desayuno. Mr. Muffin era tan limpio que prefería
cocerse a sí mismo. Cada mañana llenaba su anticuada bañera con litros y litros
de agua hirviente y burbujeante y desayunaba allí dentro, mientras su ombligo
iba reblandeciéndose lentamente como un guisante en el estofado. El café y las
tostadas navegaban a la deriva sobre una bandeja flotante.
A
continuación, Mr. Muffin se cepillaba los dientes uno a uno, recortaba con
esmero las uñas de sus pies, se cepillaba el bigote y, por último, sumergía la
cabeza en un cubo de colonia con cuatro gotas de lejía.
Luego,
se internaba en las calles inundadas de niebla, rumbo al trabajo.
Mr.
Muffin trabajaba en un diminuto despacho, en la segunda planta de una gran
fábrica a las afueras de la ciudad. Y te contaré una cosa curiosa: aquella
enorme factoría de ladrillo rojo se dedicaba precisamente a la fabricación y
venta de productos de limpieza. Es decir, que cada día, cientos de informes y
balances sobre jabones perfumados para el cutis, lavavajillas concentrados y
detergentes para manchas difíciles pasaban por las manos del único hombre del
mundo capaz de atraer la porquería con solo mirarla.
Pero
Mr. Muffin no perdía ni un solo minuto de su trabajo pensando en cosas
curiosas. Cada mañana, a las nueve en punto, extendía los dedos sobre el
teclado de su máquina de escribir y respiraba hondo. Uno hubiera jurado que
estaba a punto de tocar la Quinta Sinfonía de Beethoven en su máquina oxidada.
Pero
no. Las únicas notas que surgían de su máquina era algo así como:
Chak-chak- chak- chak- chak-
chak- chak- chak- chak- chak-, ¡ñiiic!
Ese
¡ñiiic! Solo significaba que el rollo de cinta había vuelto a atascarse y que
Mr. Muffin tenía que repararlo. Por lo demás, eso era lo más emocionante que
había llegado a sucederle durante sus diecisiete años de trabajo. Pasaba el día
revisando informes sobre jabones, lavavajillas y detergentes, y la verdad es
que lo hacía estupendamente. Lo sabía todo sobre productos de limpieza.
Ocho
horas más tarde, regresaba a casa y se desnudaba para tomar el segundo baño del
día.
Y
entonces ocurría.
Sus
calcetines apestaban como dos salmonetes rancios.
Sus
uñas se habían vuelto negras como moras.
Un
par de cucarachas muertas aparecían en sus bolsillos.
Espesas
telarañas entre los dedos de los pies.
Pelusas
monstruosas bajo el bigote.
Poco
a poco, el agua del baño se iba volviendo oscura como la tinta, como si alguien
hubiera cocido allí dentro a una familia de calamares.
A
veces la suciedad traía consigo invitados aterradores. En cierta ocasión, bajo
el sombrero de Mr. Muffin apareció una peluda rata negra que escapó chillando
desagüe abajo.
¿De
dónde salía toda aquella porquería?
Ni
Mr. Muffin, ni yo, ni la rata hemos podido dar con una explicación
satisfactoria a esta pregunta. Era un auténtico y oscuro misterio. Y, para Mr.
Muffin, un auténtico, oscuro y deprimente misterio.
Y
es que, como es natural, a nadie le gusta estar cerca de un hombre que huele a
pescado podrido. Todo el mundo lo encuentra bastante repugnante.
Bien…no
todo el mundo.
Había
alguien para el que el olor de Mr. Muffin no resultaba repugnante en absoluto.
Ese
“alguien” eran los gatos.
Los
gatos no tienen nada en contra del olor a pescado rancio. Pueden sentirse
ofendidos, quizá, por el olor a ambientador de limón salvaje, a perfume caro y
a batido de plátano. En cambio, te seguirán a donde quieras si les ofreces un
trozo de merluza bien podrido al sol. Sencillamente es así.
De
modo que ya lo sabéis. Si alguna noche os topáis con una larga procesión de
gatos que se desliza silenciosamente tras los pasos de una sombra de dos metros
con sombrero, significa que, una vez más, Mr. Muffin está regresando a casa.
Tomado de: Apestoso tío Muffin
XV Premio Anaya de Literatura Infantil y
Juvenil
Autor: Pedro Mañas
Ilustraciones: Víctor Rivas
Editado por: Grupo Anaya
ACTIVIDADES
1.- Si se
lavaba tanto el Sr. Muffin, ¿cuál crees que puede ser la causa de su mal olor?
2.-Haz
una lista de cosas cuyo olor te sea muy desagradable y otra de cosas cuyo olor
te gusta mucho.
3.-Escribe
una historia sobre una fábrica en la que inventan un jabón de propiedades
maravillosas y que hace invisibles a todos aquellos que se lavan con él y
envíala por correo postal, acompañada de un dibujo, con vuestro nombre,
apellidos, curso, colegio y número de teléfono a:
GRUPO
LEO
apartado
4042
03080
ALICANTE
Podrá
ser publicada en nuestro blog.
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