Reseña:
Viaje al centro de la Tierra es la segunda
aventura imaginada por Julio Verne de una larga serie que, con más de cincuenta
entregas, estaría escribiendo durante toda su vida. Verne tenía un espíritu
aventurero que necesitaba salir de vez en cuando a darse una vuelta. En esta
ocasión, el escritor francés se encarna por partida doble en la persona del
profesor Lidenbrock, un excéntrico científico alemán, y su sobrino Axel, un
muchacho huérfano y aprendiz de geólogo que vive bajo su protección. El
objetivo de la aventura que les une a los dos es demostrar que se puede llegar
hasta el mismísimo centro de la Tierra siguiendo las huellas de Arne
Saknussemm, un antiguo escritor del siglo XVI, investigador y viajero, que dejó
un manuscrito secreto con las claves para realizar la expedición.
El
autor:
Jules
Gabriel Verne, conocido en los países hispanohablantes como
Julio Verne (Nantes, 8 de febrero de 1828-Amiens, 24 de marzo de 1905), fue un
escritor, poeta y dramaturgo francés célebre por sus novelas de aventuras y por
su profunda influencia en el género literario de la ciencia ficción.
Nacido de una familia burguesa en la
ciudad portuaria de Nantes, Verne estudió para continuar los pasos de su padre
como abogado, pero muy joven decidió abandonar ese camino para dedicarse a la
literatura. Su colaboración con el editor Pierre-Jules Hetzel dio como fruto la
creación de Viajes extraordinarios, una popular serie de novelas de aventuras
escrupulosamente documentadas y visionarias.
Julio Verne es uno de los escritores más
importantes de Francia y de toda Europa gracias a la evidente influencia de sus
libros en la literatura vanguardista y el surrealismo, y desde 1979 es el
segundo autor más traducido en el mundo, después de Agatha Christie. Se le
considera, junto con H. G. Wells, el «padre de la ciencia ficción». Fue
condecorado con la Legión de Honor por sus aportes a la educación y a la
ciencia.
Autor
de la adaptación:
Manuel
Yruela Guerrero (Sevilla, 1965) es profesor de Latín en
Enseñanza Media y ha colaborado con diversas revistas literarias, en especial
con Los papeles mojados de Ríoseco, de la que es director desde 2009. Ha
publicado relatos cortos y, también, una primera novela titulada El ojo de la
gallina (Point de Lunettes, 2011), además de adaptar diferentes libros para la
colección "Clásicos a Medida" para ESO y Bachillerato de la editorial
Anaya.
El
ilustrador:
Javier Lacasta Llácer se dedica a la
ilustración y el diseño gráfico desde 1997. Durante estos años ha colaborado
con clientes como Báyer, Lladró, Nao, Fontilles, Unipublic, Grupopublips o
Universidad de Valencia. Y ha ilustrado libros en diversas editoriales, como
Ecir, Anaya, SM, Bruño, Bromera, Voramar, Santillana y Pearson, entre otros.
AL CENTRO DE LA TIERRA
- ¡Esa!
-gritó el profesor-. ¡Esa!
Era la una y trece minutos de la tarde.
Comenzaba el verdadero viaje, Hasta ahora
habíamos tenido más fatigas que auténticas dificultades, pero ahora iban a
estar realmente bajo nuestros pies.
Aún podía negarme, pero estaba Hans. Él
aceptaba con indiferencia el peligro, su despreocupación era tal que me
ruborizaba solo ante la idea de ser menos valiente que él. Me vino el recuerdo
de mi linda Graüben y me callé.
Me asomé a la chimenea central y miré al
abismo del pozo. Las paredes eran casi verticales, pero había muchos salientes
a los que sujetar una cuerda. El problema era cómo recuperarla una vez usada,
pero mi tío tuvo la idea. Desenrolló una cuerda de cuatrocientos pies de larga,
dejó caer la mitad y luego la colgó de un saliente de lava. Así podíamos
descender juntando las dos mitades y descolgarnos hasta doscientos pies.
Después, podríamos recuperar la cuerda soltando una mitad y tirando de la otra
para seguir bajando.
Mi tío dividió el equipaje en tres partes,
una para cada uno. Hans llevaría las herramientas y una parte de los víveres;
yo, las armas y otro tercio de la comida; y mi tío, el otro tercio y el
instrumental.
- ¿Y quién se encargará de las cuerdas y
las escalas? –pregunté.
- Bajarán solas –contestó el profesor.
- ¿Cómo? –añadí.
- Ahora lo verás.
Entre él y Hans reunieron los objetos no
frágiles, los ataron en un paquete y los arrojaron al abismo. Se oyó el silbido
de la caída.
-Bueno
–dijo-, ahora nos toca a nosotros.
Nos
atamos cada uno nuestro equipaje a la espalda y comenzamos el descenso. Me dejé
caer aferrado a la cuerda con una mano y apoyándome en el bastón con la otra a
cualquier saliente de la roca. Temía que la cuerda no nos aguantase a los tres.
Me servía de ella lo menos posible haciendo equilibrios sobre la lava. A veces
la roca se movía y entonces Hans gritaba:
Y mi
tío repetía:
- ¡Cuidado!
Después de media hora habíamos llegado a
una roca sólidamente encajada en la pared de la chimenea. Hans tiró de uno de
los cabos de la cuerda y el otro subió rápidamente. Tras pasar por la roca de
arriba, cayó arrastrando una peligrosa lluvia de piedra y lava sobre nuestras
cabezas. Repetimos la operación y en media hora descendimos otros doscientos
metros.
Al cabo de tres horas, todavía no se veía
el fondo de la chimenea. Hacia arriba aún divisábamos el orificio que se iba
estrechando poco a poco por la inclinación de las paredes. Las piedras que
caían al fondo cada vez parecían sonar más cercanas. Habíamos repetido catorce
veces la maniobra con la cuerda de doscientos pies, lo que significaba que
debíamos haber descendido un total de mil ochocientos pies.
En aquel momento se oyó la voz de Hans.
- Halt.
Me detuve justo antes de golpear con los
pies la cabeza de mi tío y este dijo:
- Hemos llegado.
- ¿A dónde? -pregunté.
- Al fondo de la chimenea.
- ¿Y hay salida?
- Se ve un pasillo a la derecha. Mañana lo
examinaremos. Ahora a cenar y a dormir.
En la boca lejana de la chimenea se
vislumbraba débilmente una estrella. Según mis cálculos debía de ser de la Osa
Menor.
A las ocho de la mañana vino a
despertarnos un rayo de luz.
- ¡Bueno, Axel! –Exclamó mi tío-. ¿Has
pasado alguna vez una noche tan tranquila en nuestra casa de Königstrasse?
- Sin duda hemos dormido muy tranquilos
aquí, pero esta calma me da un poco de miedo.
- Vamos. Si te asustas ahora, ¿qué será
cuando bajemos al centro de la Tierra? Aún estamos al nivel del mar.
- ¿Qué quiere decir?
- Pues que el tubo se detiene a la altura
del suelo de la isla. Mira el barómetro. Estamos a una atmósfera de presión.
Cuando sigamos bajando, habrá que recurrir al manómetro.
En efecto, el barómetro iba a ser
inservible cuando el peso del aire superara la presión al nivel del océano.
- Entonces la presión, al crecer, se
volverá peligrosa.
- No. Descenderemos lentamente y nuestros
pulmones se acostumbrarán a respirar una atmósfera más comprimida. A los
aeronautas acaba por faltarles el aire cuando suben demasiado. A nosotros, en
cambio, nos sobrará. Mejor así.
Desayunamos galletas y carne seca con agua
y un poco de ginebra. Después, mi tío sacó su cuaderno e hizo sus anotaciones:
Lunes,
1º de julio.
Barómetro:
29p. 7l.
Termómetro:
6º
Dirección:
E-S-E
Entonces, cogió el aparato Ruhmkorff que
llevaba al cuello, enchufó el serpentín de la linterna a la corriente
eléctrica, y una llama viva disipó las tinieblas de la galería.
- En marcha –dijo.
Cada uno cogió su fardo. Hans se encargó
de empujar el paquete de cuerdas y ropa delante de él. Le seguía mi tío y yo
cerraba la expedición. Así entramos en la galería.
La lava se había abierto camino a través
de aquel túnel en la última erupción de 1229 y tapizaba el interior de una
cubierta espesa y brillante. Había que tener cuidado de no deslizarse demasiado
rápido por la pendiente. El espectáculo de colores era magnifico, del rojo al
amarillo en mil tonalidades y cristales como globos luminosos. Seguíamos
bajando fácilmente. La brújula indicaba dirección sudeste sin variación.
Extraído
del libro: “Viaje al centro de la tierra”
Autor: JulioVerne
Adaptación: Manuel
Yruela
Ilustraciones: JavierLacasta Llácer
Editorial: Anaya.
Colección Clásicos a medida
ACTIVIDADES:
1.-Por los datos que se dan en la lectura,
¿te ves capaz de imaginar en qué ubicación geográfica se encuentran nuestros
protagonistas?
2.- Seguro que conoces la correspondencia
de la medida de metros a pies, ¿sabes que distancia bajaron hasta el fondo de
la chimenea?, para ello, recuerda cuánto media cada cuerda y cuántas veces la
usaron.
3.- ¿Qué mide un barómetro y por qué es
inservible cuando el peso del aire supera la presión al nivel del océano?
4.- ¿Cómo te imaginas el centro de la
tierra? Seguro que podéis debatir sobre ello y realizar un dibujo del mismo. Envíalo por mail (en fichero
Word), acompañado de un dibujo (en fichero JPG), tu nombre, apellidos,
teléfono, curso y colegio a:
Se podrá publicar en el blog.
2 comentarios:
Leyendo esta magnífica aventura queda uno asombrado de la imaginación creadora y recreativa de Julio Verne.
Me viene una reflexión:No tendremos que buscar los humanos refugio en el Centro de la Tierra? Nos estamos cargando nuestro planeta.
Efectivamente Diego, o cuidamos o cuidamos, no nos quedan opciones.
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