Reseña:
Los padres de Godofredo, Justi y Dori, vivían obsesionados
por los artilugios electrónicos. Por ello, desde que Godofredo nació, aprendió
a usarlos con rapidez. Sus padres nunca se enfadaban por ese motivo; al
contrario, pensaban que su hijo tenía una habilidad innata para manejarlos.
Pero sí se enfadaron, y mucho, cuando a una profesora se le ocurrió que toda la
clase leyera un libro.
El Autor:
Alfredo Gómez
Cerdá
nació en Madrid, en un barrio de la periferia, Carabanchel, donde pasó toda su
infancia y adolescencia. Desde niño sintió inclinación por la literatura, como
lector y como escritor, y sus primeros pasos los dio en el teatro. En 1942
descubre la literatura infantil y juvenil y se siente poderosamente atraído por
ella. Desde entonces ha publicado más de un centenar de libros para diferentes
edades, desde primero lectores hasta adultos. La variedad de enfoques, de
temáticas, incluso formal, es una de sus características, pues nunca le gusta
sentirse encasillado o repetir fórmulas de éxito. Sus libros se han publicado
en muchos países de Europa (Portugal, Francia, Italia, Alemania, Dinamarca), de
América (Canadá, Estados Unidos, México, Colombia, Perú, Argentina, Brasil) y Asia
(Líbano, Corea, China, Japón). Por ellos, ha recibido distintos premios, dentro
y fuera de España, como el Altea, accésit del Lazarillo, El Barco de Vapor,
Fray Luis de León, ASSITEJ-ESPAÑA (de teatro), Gran Angular, Premio
Lector/2008, Ala Delta, Cervantes Chico (al conjunto de su obra) … Il Paese dei
Bambini (en Italia), y dos veces el White Raven (en Alemania). En el año 2009
se le otorgó el Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil y en el 2013
ha recibido el Premio Hache (Cartagena).
El ilustrador:
Francesc Rovira nació en
Barcelona en el año 1958, en el seno de una familia numerosa. Cursó estudios en
la escuela de Artes y Oficios de la capital catalana, aunque en realidad fue
aprendiendo el oficio por cuenta propia. Francesc ha ilustrado cientos de
cuentos para numerosas editoriales, así como revistas dedicadas al mundo
infantil. Además, ha realizado algunas exposiciones individuales y otras
colectivas y ha ganado el premio CCEI en dos ocasiones. Con la editorial Edebé
ha ilustrado, entre otros muchos libros, la exitosa colección: “Los clásicos
contados a los niños”, que cuenta con 13 títulos.
En tercero de Primaria Godofredo cambió de profesora. Le
tocó con Palmira, una joven maestra con fama de terremoto, pues revolucionaba
todo lo que estaba a su alrededor. Era muy activa y llenaba de dinamismo todo
lo que hacía, siempre dirigido a sus alumnos. Y entre las actividades que más
valoraba para su formación se encontraba la lectura.
– Vamos a leer un libro –le dijo a comienzo de curso–
Organizaremos un diálogo en clase para ver qué libro nos apetece leer.
Y eso hicieron. Todos los alumnos pudieron hablar. Unos
preferían un libro de aventuras, a ser posible de piratas; otros preferían uno
con un poco de miedo; otros de ciencia ficción y naves espaciales viajando por
el universo; algunos aseguraron que querían leer un libro que hablase de ellos
mismos y de sus vidas… Parecía que nunca iban a ponerse de acuerdo, pero la
habilidad de la maestra finalmente les hizo coincidir.
Todos apuntaron el título en su cuaderno, el nombre del
autor y de la editorial.
Esa misma tarde, Godofredo enseñó a sus padres la hoja del
cuaderno donde estaban apuntados los datos del libro.
–¿Eso qué es? – preguntó de inmediato su padre.
–Un libro que tenemos que comprar.
–Pero si ya pagamos la licencia para que
pudieras bajarte al ordenador los contenidos del curso –intervino la madre.
–Se trata de un libro para leer.
–¿Para leer? –se extrañó el padre–. Pero si tú
ya sabes leer muy bien.
–No es para aprender a leer –trató de explicar
Godofredo–. Es solo para leer.
Justi y Dori se miraron y se encogieron de hombros, dando a
entender que no comprendían nada.
–Mañana hablaré yo con Palmira –concluyó él.
–Será lo mejor –añadió ella.
Al día siguiente, en efecto, Justiniano Palanca se acercó
al colegio a la hora de la salida. Tras recoger a su hijo, estuvo un rato
esperando en la puerta, muy atento a la salida de los profesores. Cuando vio a
Palmira se acercó de inmediato a ella.
–Ya sé que no te había pedido cita previa para
hablar –y, luego, con gesto serio añadió– Quería comentarte un asunto muy
importante.
Al oír hablar de aquel modo a Justi, Palmira se preocupó.
¿Le pasaría algo a Godofredo que ella no supiese? ¿Qué asunto tan importante
quería comentarle su padre?
–Podemos entrar en algún despacho y sentarnos
tranquilamente –respondió ella, pensando que a lo mejor iba a hacerle una
confesión muy seria.
–No, no hará falta.
–Pues, dime, ¿de qué se trata?
–Ayer Godofredo me enseñó su cuaderno.
–Siempre digo a los niños que enseñen los cuadernos
a sus padres. Me gusta que lo hagan.
–Sí, sí… Pero en el cuaderno había anotado el
título de un libro.
–¡Ah, sí! Vamos a leer todos ese libro.
–Pero… ¿un libro? –Justi no daba crédito a lo
que estaba oyendo
–Si claro.
–¿Y para qué?
Palmira en ese momento recordó que tenía cita con el
dentista. Si se entretenía mucho, llegaría tarde.
–¿Por qué no me dices cuál es el asunto
importante del que querías hablarme? –intentó ir al grano.
–El asunto es el libro que tiene que leer
Godofredo. ¿Tú de verdad crees que es necesario que lo haga?
–Naturalmente.
–Pero mi hijo lee muy bien. El otro día, sin ir
más lejos, se bajó el archivo con el manual de funcionamiento de mi último
teléfono móvil. Lo entendió todo perfectamente. Y lo mismo ocurre con el menú
de la televisión, que no creas que es fácil, y con el selector de …
–El libro que vamos a leer no tiene nada que
ver con esas cosas –le interrumpió Palmira.
Justi, aunque no lo expresó en voz alta, de repente pensó
que aquella profesora tal vez estuviese afiliada a alguna secta y quisiera
embaucar a todos los alumnos. A veces, había visto algún programa de tele que
hablaba de esas cosas.
–Tiene que ver con los sentimientos de los
seres humanos –le respondió Palmira–. Y ahora tendrás que disculparme, o
llegaré tarde al dentista.
Palmira comenzó a andar, dejando estupefacto a Justi, que
seguía dándole vueltas en su cabeza a eso de “los sentimientos de los seres
humanos”. Todos los seres humanos tienen sentimientos, eso nadie lo puede
dudar, entonces se preguntaba: ¿para qué leer un libro sobre algo tan sabido?
Vio que la maestra se alejaba y aún le hizo una pregunta
más:
–Y ese libro, ¿dónde se encuentra?
–En las librerías –le respondió Palmira,
volviendo un instante la cabeza. Luego, añadió con ironía–: hojas de papel
cosidas, pegadas, encuadernadas, con portada de cartón, con unas ilustraciones
preciosas… Te recomiendo que preguntes en una librería.
Muy a su pesar, Justi acudió a una librería. Le enseñó al
librero una hoja de papel donde llevaba anotados los datos del libro.
–Es para mi hijo –parecía pedir disculpas por
mostrarse interesado por un libro.
–Muy bueno –le comentó el librero.
–Es que la maestra es… es… –Justi no quiso
decir la primera palabra que le vino a la mente–. Es… un poco excéntrica.
–Pues tiene buen gusto literario.
–¿Cuánto es?
–Barato. Y te aconsejo que, cuando lo termine
tu hijo, lo leas tú.
–¿Yooo?
Extraído
del libro:
Un esguince en el cerebro
Autor: Alfredo GómezCerdá
Ilustraciones: FrancescRovira
Editorial: Edebé
ACTIVIDADES:
1.– ¿Qué quiere decir la palabra terremoto refiriéndose a la profesora Palmira?
2.– ¿Por qué crees que Justi, el padre de Godofredo estaba
tan sorprendido ante la posibilidad de leer por placer?
3.– El librero donde compra el libro recomienda a Justi que
lo lea y la reacción del padre de Godofredo es de absoluta sorpresa, ¿crees que
se lo terminará leyendo? Explica porqué tuvo esta reacción.
4.– Escribe un cuento o un
poema sobre unos niños que se hacen grandes amigos durante unas vacaciones
veraniegas y envíalo por correo postal con un dibujo indicando tu nombre,
apellidos, número de teléfono particular y e–mail de tus padres al:
Concurso Literario del
Grupo Leo
Apartado 3008
03080 Alicante.
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