Reseña:
La gestación de este libro puede
parecer casual, pero hay que convenir en que algunas cosas no tienen más
remedio que ocurrir. Todo comenzó con una llamada telefónica de Walli Müller,
de Radio Baviera 3, a Henning Wiesner, en la que le preguntaba si a las
luciérnagas se les funden los plomos cuando se mojan. De este modo nació el
programa Cosas de Bichos, en esa cadena de radio, que como se puede presumir
tuvo mucho éxito. El programa inspiró preciosos dibujos a Günter Mattei.
En el libro, escrito por Walli Müller,
constan las respuestas que Henning Wiesner dio a las preguntas que le hicieron
en el citado programa radiofónico durante un año. Una de ellas, elegida al
azar, es la siguiente: ¿Son parientes el murciélago y el ratón? Son cincuenta y
dos las preguntas, pero al final del libro hay un índice, en el que se ve que
son más de doscientos cincuenta los animales de los que se habla. Y, como es de
suponer, el libro contiene también las personales y graciosas ilustraciones del
citado Günter Mattei.
Es mucha la curiosidad que los humanos
tenemos por los animales, lo que hace difícil cerrar el libro, puesto que
después de haber satisfecho una pregunta, resulta imperativo querer saber la
respuesta de la siguiente. Como las respuestas, pese a su fundamento
científico, están realizadas con sentido del humor e incluso con ironía,
resulta sumamente entretenido. La pregunta que da título al libro, viene muy a
propósito para explicar a los más pequeños la necesidad del cepillado dental. Evidencia
de modo claro la necesidad de la higiene bucal. Realmente, todas las preguntas
sirven para interesar a los niños, para inculcarles el deseo de saber y el amor
al estudio y para extraer las conclusiones adecuadas. Es un libro de
divulgación científica, muy bien escrito, que sirve como entretenimiento.
El autor:
Henning
Wiesner es director
del zoológico Hellabrunn de Múnich, da clases en la Universidad de Múnich y
asesora a zoológicos y sociedades protectoras de animales de todo el mundo.
El
ilustrador:
¿Es el lobo tan feroz?
—¡Qué
dientes más grandes tienes!— se extrañaba Caperucita Roja ante el lobo feroz, y
el lobo le decía: —¡Son para comerte mejor!
Así
nos han pintado al lobo desde nuestra infancia: se come a las abuelas enfermas
y a las chicas inocentes, engaña a las siete pobres cabritillas y se disfraza
de oveja para acercarse a los cerditos. No es extraño que los niños teman al
lobo feroz. Sin embargo, no es justo que tenga esa fama. En realidad, no es
peor que cualquier otro animal salvaje, e igual que los demás predadores solo
mata cuando tiene hambre.
La
mala fama que tiene el lobo puede explicarse históricamente. Hace mucho, los
lobos eran un peligro muy serio, en especial para la gente de clase baja, los
siervos, que vivían en zonas apartadas de las granjas de sus señores, junto a
las ovejas y las cabras que estos les permitían mantener. Si venían los lobos y
se llevaban los animales, dejaban a los siervos prácticamente sin nada,
poniendo en peligro toda su existencia. Por esta razón, se considera a los
lobos una amenaza tan grande.
Por
otra parte, el lobo prefiere evitar al ser humano. El gran lobo feroz se
alimenta principalmente de ratones y otros animales de pequeño tamaño. Le gusta
también la carroña, es decir, los animales muertos que se encuentra por ahí. Y
la leyenda cuenta que durante las guerras napoleónicas las manadas de lobos
seguían al ejército y se comían a los muertos después de las batallas. Se
conocen muy pocos casos en los que un lobo atacó y mató a una persona. La
mayoría de ellos ocurrieron en Rusia y durante el invierno, cuando los animales
pasan más hambre de lo normal. Si Caperucita Roja se encontrase con el lobo en
el bosque, en realidad no tendría nada que temer. Y no hay que caer en el
pánico cuando ahora los lobos vuelven poco a poco de Europa del Este a los
bosques centroeuropeos. Al fin y al cabo “el mejor amigo del hombre”, el perro,
es primo hermano del lobo: el San Bernardo igual que el caniche y el teckel. En
otras palabras, el lobo no es tan exótico ni está tan desconocido como a veces
pretendemos.
Los
lobos aúllan de una forma que a veces nos recuerda al llanto de un niño. Sin
embargo, no tienen miedo ni les duele nada. Los lobos aúllan para comunicarse.
Los zoólogos han observado que de este modo los animales son capaces de
entenderse a través de grandes distancias. Un lobo, por ejemplo, le aúlla a
otro: —¡Caribús a la vista! O también: —¡Cuidado, por allí vienen unos hombres!
Los
esquimales están acostumbrados a oír los aullidos que incluso los entienden.
Hasta el punto de que el esquimal sabe si su visita van a ser blancos o
nativos, solo por el aullido del lobo.
Queda
claro que la telecomunicación de los lobos funciona a la perfección, incluso
sin teléfono móvil.
Tomado de: ¿Tienen los animales que lavarse losdientes?
Ilustraciones de: Günter Mattei
Editado por: Editorial EDAF
ACTIVIDADES:
1.-Haz
memoria y dinos cuántos cuentos conoces cuyo protagonista sea el lobo. ¿Conoces
algún poema o alguna canción en la que aparezcan lobos?
2.-Según el
texto que acabas de leer, ¿cuál es la razón histórica de que los lobos tengan
tan mala fama?
3.-Visita la
exposición “¡Qué viene el lobo! y haz un dibujo del lobo que más te guste.
4.-
Escribe un cuento cuyos protagonistas sean un lobo bueno y otro malo y envíalo
acompañado de un dibujo y de tu nombre, apellidos, curso, colegio y número de
teléfono particular a:
Grupo
Leo
Apartado
3008
03080
Alicante
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