El Consejo de Administración de
PRISPOSA, empresa dedicada al armamento inició el debate a propuesta de su
nuevo asesor de imagen de cambiar la mala imagen de las empresas de armamento
ante la sociedad. En un intenso debate el Sr. Cordiales llegó a convencer a
todos sus componentes que lo mejor sería
montar un parque de ocio que además
fuera atractivo para los niños.
- ¿Y qué tema desarrollaría?- preguntó el presidente.
- He estado dándole vueltas y creo que he dado con la solución.
- ¿Cuál? ¡No nos tenga más tiempo intrigados!
- ¡La muerte! -exclamó.
- ¿Me está diciendo que a los niños les gusta la muerte?
- ¡La muerte les fascina y les chifla! Y todo lo que tenga que ver con ella: cementerios, vampiros, fantasmas, zombis…… ¡ ¡Se van a volver locos con nuestro parque! Y para que no haya duda el nombre lo dejará
bien claro. Le vamos a llamar… ¡Parque muerte!
Y así fue. Los primeros meses de
funcionamiento fueron de ensueño. En el primer año el parque recibió ocho
millones de visitantes. Por primera vez una empresa armamentística subió cuatro
puntos en la apreciación positiva en las encuestas. ¡Lo nunca visto!
Sin embargo, al año de
funcionamiento, comenzó a darse una situación aterradora que podía dar al
traste. Circunstancia que se ocultó a la opinión pública y que obligó a ser
estudiada, con detenimiento, por personal especializado.
Era una época de bonanza, y por
tanto escaseaba el trabajo de detective privado, que era mi trabajo.
Aquella mañana, la mañana en que
cambió mi vida, me levanté tarde y poco a poco me fui haciendo de la situación.
Al poco, llegó Blas, el cartero,
como todas las mañanas, puntual como un eclipse, pero solo me trajo
correspondencia bancaria y publicidad.
Luego, fui a la habitación que
utilizaba como despacho y me senté detrás de mi mesa, dispuesta a pasar otro
día en blanco, sin ninguna investigación. Nueve semanas llevaba ya sin un solo
cliente.
Comencé a leer una novela de
misterio de Henning Mackey. Esta la tuve que empezar tres veces porque no me
enteraba de nada. Y justo cuando le había cogido el tranquillo, cuando el
forense irrumpe en la escena del crimen, sonó por sorpresa mi teléfono. Esta
vez más la sorpresa era doble por el número era desconocido.
-
Diga -dije con misterio.
-
Buenos días. Quería hablar con
Dolores Andrade, por favor.
La voz, femenina, me resultó
totalmente familia
- Al aparato
- ¡Ah..! Soy Vanesa González ¿me recuerdas?
- Pues no caigo.
- Vanesa Schwarzenegger -aclaró
la voz.
En mi memoria se formó la imagen
de una compañera con la que coincidí en Melilla en el ejército. Una chica alta,
fuerte, poderosa y aficionada al culturismo.
- ¡Ahora te recuerdo, Vanesa,
claro que sí! ¿Qué tal estás? ¿Cómo van esos músculos?
- Mujer, sigo en forma, pero he
perdido mucho en año y medio. Ya sabes un trabajo estable y bien pagado te
apoltrona.
Hice memoria y recuerdo que había
leído en prensa que Vanesa González- tres veces condecorada en misiones de
paz-había sido seleccionada entre cincuenta como jefa de seguridad de Parque
Muerte.
- ¡Por supuesto! Me alegré mucho
de que lo consiguieras. Y si encima eras mujer seguramente que lo merecías el
doble que cualquier otro
- Ya, gracias. Y hablando de
trabajo…. tú montaste una agencia de detectives ¿no?
¿Qué tal te va?
- Pues sigo con la agencia, pero
el trabajo escasea. Vamos que si necesitas de mis servicios, estoy disponible.
¿Ocurre algo?
- Tengo un problema gordo y
necesito tu ayuda.
- ¿Un asunto particular?
- No un asunto relacionado con mi
trabajo, con Parque Muerte.
El tono usado me daba mala
espina. Aquello me olía como un posible caso interesante y bien pagado.
- ¿De qué se trata?
- Verás…no puedo contártelo por
teléfono. Tendría que venir aquí, para hablarlo en persona.
- Cuando dices “aquí” te
refieres….
- A Torredembarra, a Parque
Muerte. Es donde tengo la oficina.
- Tú sabes que vivo a trescientos
kilómetros….
- Gastos pagados-cortó ella-. El
tiempo apremia, Lola.
Inspiré pero no había nada que
pensar. Era trabajo y prestigio trabajar como detective en PISPROSA y además
conocería gratis Parque Muerte.
- De acuerdo. ¿Cuándo te parece?
- ¿Puedes venir hoy mismo? ¿Ahora
mismo? Te puedo enviar por mail una reserva para el AVE y estarías aquí en dos
horas. Comemos juntas y, a los postres te cuento todo. Si el tema no te
interesa antes de las nueve puedes estar
en casa.
- Bien, bien. De acuerdo. Toma
nota de mi correo:
lanoviadelamuerte, arroba,
lolaandrade, punto, com.
- Lo tengo, deja abierto tu
correo porque en diez minutos lo tienes ahí. Salida, a las doce cincuenta.
Recoge lo necesario para unos días. Del resto no te preocupes. Nos hacemos
cargo de todo si decides aceptar el trabajo. Hay un autobús gratuito desde la
estación hasta Parque Muerte. ¿Lo has visitado alguna vez?
- Hasta ahora, no; pero estuve
hace años en Emocioncita.
- Mi oficina está en la Antigua Indochina.
Ahora se llama Mundo Funerario. Te espero.
Tardé nueve minutos en hacer la
maleta, que no fue tal, sino una simple mochila en la que metí el cepillo de
dientes y algo de ropa interior. Por supuesto. Tampoco olvidé mi pistola Glick
25, del calibre nueve milímetros corto.
¿Con qué problemática me
enfrentaría?