miércoles, 3 de febrero de 2021

Los libros del mes de febrero: "Breve historia de los números"

 

Reseña:

La historia de los números está formada por muchas historias distintas. Los primeros signos aparecieron en la Prehistoria y se extendieron a través del mundo con los primeros pobladores. Durante la Antigüedad cada civilización los escribió a su manera.

Actualmente existen varias clases de números y diferentes modos de representarlos. Aquí relatamos una parte de su historia, que es inabarcable y sigue aumentando día a día.

El autor:


Esteban Rodríguez Serrano
nació en Madrid el 22 de julio de 1978. Estudió Filología Hispánica en la Universidad Complutense de Madrid y es licenciado en Teoría de la Literatura y Literatura Comparada por la misma universidad. Desde el año 2002 trabaja como redactor, corrector y editor, habiendo colaborado con varias editoriales.

Está especializado en la edición de material didáctico para niños y como autor ha publicado nueve libros de divulgación histórica destinados al público infantil (colección Sabelotodos, de la editorial El Rompecabezas).

El ilustrador:


Moisés Ojeda López
. “Soy un artista de personajes 3D especializado en el desarrollo visual de personajes para animación.

Aparte de esto, últimamente he estado realizando esculturas digitales para las Fallas. Gracias a Zbrush, hacer enormes esculturas reales se vuelve más fácil y rápido que nunca, y me ha dado la oportunidad de involucrarme en este emocionante proceso.”


BREVE HISTORIA DE LOS NÚMEROS

Desde el cero babilónico a los números imaginarios

 

4. CONTAR SIN NÚMEROS

La temperatura del planeta aumentó hace aproximadamente diez mil años. La Edad de Hielo había terminado y las nieves eternas desocuparon el hemisferio Norte.

Los hombres prehistóricos eran animales listos y sabían adaptarse a las situaciones novedosas. Así que aprendieron a domesticar la naturaleza que los rodeaba.

A los cazadores les acompañaban los perros, que provenían de los lobos salvajes. También reunieron rebaños de cabras y ovejas.


A un muchacho le encargaron que cuidara un pequeño rebaño. Nadie le había enseñado a contar Su padre lo despertó al amanecer y le dijo:

–Lleva las cabras al monte, para que se alimenten. Regresarás al atardecer y las encerrarás dentro del vallado.

El pastor abandonó contento su casa. Todavía pudo escuchar la última advertencia de su padre, que le gritó desde lejos:

–¡Mantente alerta! Si esta noche falta alguna, te daré una paliza.

El muchacho fue hasta la montaña y se tumbó a la sombra de un haya. Pasó el día durmiendo, silbando y tocando la flauta. Después recogió a los animales, que se habían dispersado por las colinas.

Las cabras entraron en el redil y su padre lo observó muy enfadado.

–Te dije que las trajeras todas de vuelta -le dijo.

–Eso he hecho, padre –contestó el muchacho.

–Faltan dos cabras -añadió su padre; y le pegó con una vara de avellano.

El pastorcillo no durmió demasiado bien. “¡Cómo pudo saberlo?”, se preguntaba asombrado. Él no había advertido nada.

A la mañana siguiente, según salían los animales del redil, fue cogiendo una piedra del suelo. Una piedra por cada cabra.

Esta vez prestó más atención al rebaño. Cuando volvió a la noche, fue sacando las piedras hasta que tanto las piedras como los animales se terminaron.

–Buen trabajo -le dijo su padre.

El pastorcillo estaba satisfecho. Pero las piedras pesaban demasiado e inventó un nuevo método. Cogió un palo y realizó una muesca por cada piedra-animal.

Al regresar al redil, pasaba el dedo por las muescas mientras entraban las cabras. Si nacían crías durante la próxima estación añadiría nuevas muescas en su bastón.

Los hombres de la Prehistoria, en realidad, no necesitaban contar. Les bastaba con emparejar los elementos de un conjunto con otro.

Podían amontonar frutos secos dentro de una cesta, señalar huesos con muescas, insertar conchas en un collar o hacer nudos sobre una cuerda.

Es más, podían hacer lo mismo sin nada de esto. Tenían su propio cuerpo, lleno de cosas diferentes y contables: ojos, orejas y nariz. Y, sobre todo, dedos en las manos y los pies.

 

11. EL ÁBACO ROMANO


El poder de los faraones egipcios era extraordinario y muchos pensaron que su reino sería eterno. Estaban equivocados, pues surgiría otro imperio fabuloso que los sometería sin compasión.

En el siglo VIII antes de Cristo, Roma era apenas una aldea de pastores y campesinos situada en el interior de la península italiana. Los romanos no eran muy cultos, pero deseaban mejorar y estudiaron los conocimientos de sus vecinos.

Organizaron un ejército invencible y se extendieron por las costas del mar Mediterráneo. Los romanos, inquietos y emprendedores, siempre estaban dispuestos a aprender ideas útiles y novedosas.

Sus administradores fomentaron la agricultura y el comercio en los vastos dominios del imperio. Además, construyeron grandes edificios, muchos de los cuales se conservan todavía. ¿Y cómo lo hicieron?

Los antiguos romanos empleaban letras de su alfabeto para representar los números, al igual que los griegos o los hebreos.

Era otro sistema de numeración aditivo, basado en la suma. No se permitían ciertas repeticiones, y se restaban aquellos signos numéricos que estuvieran a la izquierda de un valor superior.

XII = 12

IIX = 8

 


Las caprichosas reglas del sistema de numeración romano lo convertían en una herramienta difícil de usar. Valía para anotar cantidades; no obstante, resultaba imposible calcular con aquellos palotes repetidos y entrelazados.

Era un sistema muy antiguo y las letras numéricas habían sido antes un conjunto de rayas, flechas y cruces. Esta simbología se remontaba a la viejísima práctica de las muescas.

¿Cómo consiguieron prosperar entonces?

En realidad, los comerciantes y los recaudadores de impuestos tenían mucho trabajo. Para llevarlo a cabo, emplearon un instrumento de cálculo muy eficaz: el ábaco.

Los orígenes del ábaco son inciertos. Algunos dicen que surgió en China o en el desierto del Sáhara. Tal vez apareció a partir de la costumbre de utilizar piedras y líneas de arena dibujadas sobre el suelo para contar.

Los babilonios ya emplearon tableros de cálculo, y los griegos y los romanos fabricaron ábacos de madera, piedra o metal. Eran tableros donde se situaban fichas con valor numérico. Servían para realizar las operaciones matemáticas.

 

Tomado de: “Breve historia de los números”

Autor: Esteban Rodríguez Serrano

Ilustraciones de: Moisés Ojeda

Editorial: nivola

ACTIVIDADES

1. ¿Cómo crees que el padre se dio cuenta de que faltaban cabras? Si nacían cabras añadía una muesca al palo, pero si morían, ¿qué podría hacer el pobre pastorcito?

2. Júntate con tus amigos y construir un ábaco utilizando distintos elementos de casa: bolitas de porespan, plastilina, palillos... Jugar a realizar sumas y restas y demuestra que eres el más rápido.

3. Escribe un cuento o poema y envíalo por Correo postal acompañado de un dibujo a:

GRUPO LEO

apartado 4042

03080 ALICANTE

No olvides poner tu nombre, apellidos, curso y colegio. Podrán ser publicados en nuestro blog.

2 comentarios:

Unknown dijo...

1.- pues no se

Anónimo dijo...

porque el siempre las contaba con los palos

Grupo Leo