LA PEOR NAVIDAD DE TODAS
Marcianoto llegó volando en su
nave espacial. Estaba emocionado porque por fin había obtenido permiso para
visitar la tierra de nuevo. Ya había estado antes, pero la última vez montó un
lío tremendo: se había transformado en un tipo llamado Albert Einstein y en
unos pocos días reveló muchos secretos de los extraterrestres. Por eso llevaba
años castigado sin volver.
Esta vez tendría mucho más
cuidado. Para no transformarse en nadie conocido decidió aterrizar en el lugar
más apartado del planeta. Era un lugar frío y blanco en el que solo había una
casa, y dentro pudo ver a un anciano solitario.
– Me transformaré en este anciano. Este sí es imposible que sea famoso. Además, me encanta su traje rojo, su gran barba blanca, y ese saco enorme que tiene a su lado. Me servirá para guardar algunas cosas.
Pero en cuanto llegó a la ciudad,
un grupo de niños se abalanzó sobre él.
– Quiero mi coche
– A mí dame una muñeca.
– Yo quiero una consola.
Marcianoto estaba rodeado y
asustado. No sabía que estaba ocurriendo, y solo se le ocurrió ir sacando lo
que llevaba en el saco para dárselo a los niños, que se marchaban felices. Pero
la fila de niños era tan larga que pronto se quedó sin nada que darles, y tuvo
que salir corriendo y esconderse.
Solo cuando se hizo de noche pudo
salir. Estaba aterrado. No sabía cómo, pero estaba claro que había vuelto a
elegir mal en quien se transformaba. ¡Otra vez!
– No me extraña que ese viejo
viviera solo y escondido. Debe ser un famoso sinvergüenza. ¡Le debe cosas a
todo el mundo!
Así que volvió a la casa del
anciano. Espió desde la ventana y describió una enorme montaña de juguetes.
– ¡Ah es donde tiene las cosas
que quita los niños este viejo malvado! –pensó.
Y esperó a que se hiciera de
noche y el anciano se fuera a dormir para entrar sin ser visto y llevarse los
juguetes.
– ¡Qué suerte!
El viejo ponía etiquetas con los
nombres, y hasta tenía una lista de nombres y direcciones.
– Por fin voy a poder hacer algo
bueno en la Tierra. Llevaré cada uno de estos juguetes a su dueño.
Aunque eran muchos niños, su nave
tenía supervelocidad y podía empequeñecerse. Por eso consiguió devolver todos
los regalos antes de que fuera de día. Cuando terminó y se dispuso a dormir en
su nave, se sentía contentísimo de haber hecho justicia.
– Menuda sorpresa se va a llevar
ese viejo ladrón…
Pero la sorpresa se la llevó
Marcianoto cuando despertó. El viejo volvía a tener una montaña de juguetes en
su casa.
– Ah este ladrón es astuto,
malvado y muy rápido. No sé cómo habrá recuperado todos los juguetes en un día,
pero da igual: esta noche volveré a dejarlos a sus dueños
Y pasó la noche repartiendo juguetes.
Pero al día siguiente pasó lo mismo, y al otro lo mismo, y así durante muchos
días más. Marcianoto estaba extrañadísimo: ¿Cómo podía aquel viejo gordinflón
robar tan rápido?
– Ya sé –pensó– debe tener cómplices
en la ciudad que la ayudan. Iré allí disfrazado para descubrir qué pasa. Buscaré
a quienes tengan peor cara; seguro que eso serán sus malvados compinches.
Pero en la ciudad todo el mundo
estaba feliz. Y es que todas aquellas noches Marcianoto había estado haciendo
de Santa Claus con su nave, repartiendo regalos. Y cada mañana los niños se
despertaban con un nuevo juguete.
– ¿De verdad que nadie os roba
los juguetes? –preguntó a varios niños.
– ¡Claro que no! Estos nos los
trae Santa Claus.
– ¿Santa Claus? ¿Y quién es?
– ¿Pero quién eres tú que no
sabes quién es Santa Claus? ¿Un marciano?
– Ja ja ja –le respondieron. Y
entonces le explicaron que Santa Claus era un señor mayor con una gran barba
blanca y un traje rojo, y que dejaba regalos a los niños la noche de Navidad.
Marcianoto se moría de vergüenza. No solo había tomado a Santa Claus por un malvado delincuente, sino que encima ¡le había robado los juguetes! Volvió volando a la casa del anciano a disculparse, pero lo encontró muy enfermo.
Santa Claus utilizaba su magia
para volver a crear los juguetes, y al haberlo hecho tantos días seguidos, se
había quedado tan débil que ya no podía moverse.
¿Qué podría hacer? ¡Aquella misma
noche era Navidad y Santa Claus no iba a repartir regalos! Marcianoto pensó
rápido: hizo un video de Santa Claus enfermo y usando la antena de su nave lo
envió a todas las televisiones del mundo con un mensaje: había que devolver
todos los regalos de aquellos días para que Santa Claus pudiera recuperar su
magia y ponerse bueno.
Siempre pensamos que va a pasar
algo que lo arregle todo. Y eso esperaba el pobre Marcianoto. Pero aquella vez
nadie pudo arreglar nada: nadie se creyó el mensaje y Santa Claus no pudo
entregar sus regalos.
Marcianoto pasó el día cuidando
de Santa Claus. Anochecía cuando llamaron a la puerta. Era una niña que traía
todos sus regalos.
– Me dan igual los regalos –dijo
con una lagrimita.– Lo que quiero es que Santa Claus se ponga bueno.
– Yo también –dijo otro niño que
venía a la cabeza de un grupo.
– Y yo… Y yo…
Poco a poco fueron apareciendo
niños y más niños, todos dispuestos a devolver hasta el último de sus regalos.
La fila era interminable. Llegaban de todas partes y, según cruzaban la puerta,
sus regalos desaparecían y Santa Claus se ponía un poco mejor. Cuando el último
niño dejó sus juguetes, Santa Claus se pudo levantar y todos aplaudieron llenos
de alegría.
Parecía que nunca habían estado
tan contentos.
Sin embargo, Marcianoto se sentía
fatal.
– Lo siento muchísimo –dijo.– Al
final, por mi culpa, todo el mundo se ha quedado sin regalos…
Se hizo un gran silencio y todos
miraron al extraterrestre.
– ¡Qué va! –dijo finalmente una
niña.– Yo nunca había estado tan contenta en Navidad. He podido curar a Santa
Claus, y ser yo la que le llevaba los regalos. Y ahora estoy segura de que es
mucho mejor dar regalos que recibirlos.
Y entre risas y aplausos todos
estuvieron de acuerdo en que esa lección era el mejor regalo que podían haber
tenido ese año.
Nicolás Viñarás Carratalá, 5º Primaria
C. Inmaculada Jesuitas, Alicante
AQUELLOS
DÍAS DE PRIMARIA
Aquellos días de primaria,comenzó mi gran lucha diaria.
En ella yo sufría,
y durante esos días nunca dormía.
Durante todo ese tiempo,
yo al colegio estaba yendo,
mientras ya anhelaba,
volver a mi querida casa.
En mates yo era buena,
y en lengua hablaba con fluidez,
mientras que música yo escuchaba,
en educación física corría con fiereza.
Aquellos días de primaria,
cuando comenzó mi lucha diaria,
la cual ya se ha terminado,
mientras yo a secundaria,
mi paso ya he dado,
y en aquellos días de primaria,
todo quedó olvidado.
Aunque una parte de mí,
para siempre quedó allí,
herida se quedó,
y a mi vida nunca regresó.
Mar Espí Guevara, 1ºESO
C. Salesiano Don Bosco, Alicante
ACTIVIDAD
Escribe
un cuento o poema con dibujo y envíalo por email a:
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